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PARROQUIA DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
En el Ciclo C, el Domingo de Ramos se lee la Pasión según San Lucas (el Viernes Santo siempre se lee la de San Juan). Es una pasión que tiene el estilo documentalista e historiográfico del amante de los datos y la pulcritud narrativa que es el tercer evangelista. Concretamente, difiere de los otros relatos de la pasión en rebajar el tono anti judío de Mateo y Juan, aunque resalta la negativa de Pilato a condenar a Jesús, y de hecho omite la condena explícita: "Y se lo entregó para que hicieran a su voluntad". En el Huerto de los Olivos intenta justificar el sueño de los discípulos, un ángel alivia a Jesús de su angustia y el Señor cura de la oreja cortada a Malco, el criado del sumo sacerdote. Añade el dato de la intervención de Herodes Antipas, etnarca de Galilea. En el camino a la cruz añade el pasaje de las mujeres de Jerusalén que se compadecen de Jesús y a quienes Él consuela también. Ya en la crucifixión, suaviza el escarnio sufrido por Jesús y cita en la escena, sin nombrarlas como sí hacen los otros evangelistas, a unas mujeres, junto a "todos sus conocidos". Añade por su cuenta el episodio del buen ladrón, que le permite dar prioridad al perdón como centro del mensaje de Jesús: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" y "hoy estarás conmigo en el paraíso"; para concluir con una profesión de confianza en Dios: "A tus manos encomiento mi espíritu".LECTURAS
- Lc 19, 28-40. Bendito el que viene en nombre del Señor
- Is 50, 4-7. No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría
defraudado.
- Sal 21. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
- Flp 2, 6-11. Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo.
- Lc 22, 14 — 23, 56. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Del Domingo de Ramos al Domingo de Pasión va solo el tiempo que dure la procesión de los ramos, después de la cual, la Eucaristía proclamará la pasión según el Evangelio de San Lucas. Pero, a pesar del corto trecho que hay entre ambas evocaciones, su significado es antagónico... o no. Pues, aunque parezcan el noche y el día la entrada trifunfal de Jesús en Jerusalén y su posterior pasión y muerte, ambas están unidas, como lo estuvieron todos los momentos de la vida de Jesús, por un mismo hilo conductor, un común argumento, un sentido transversal y coherente: la apuesta de Dios por mostrarnos su amor más allá de que lo jaleemos y aplaudamos, o lo condenemos y rechacemos. No hay por qué dudar de que las palmas y vitores de aquella entrada exitosa fueron sinceras. Tampoco tenemos por qué tildar de hipócritas y meras manipulaciones las ofensas, escarnios y peticiones de ejecución para el profeta de Galilea. Que nuestras voluntades son volubles y las aficiones e inquinas de la multitud son manipulables, lo sabemos por propia experiencia. Nuestra propia historia de seguidores de Jesús podría dar cuenta de numerosos renuncios y traiciones, de continuos avances y retrocesos. También lo veremos en los propios discípulos de Jesús, sinceramente apenados por los presagios de muerte, pero medrosos y pusilánimes a la hora de dar la cara y manenerse fieles. Por todos estos motivos y detalles, la contemplación de la pasión del Señor, y especialmente ésta de san Lucas que tiene su interés catequético y espiritual, puede ayudarnos a realizar un test a nuestra fe y su calidad. No la veamos desde un solo observador, pues de todos sus actores algo hemos tenido a lo largo de nuestra vida. Lo que importa es dónde nos situamos ahora y cómo queremos seguir de aquí en adelante.