SEMANA SANTA EN SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
- Domingo de Ramos: Misas de la Pasión 11:30; 12:30 y 19:30
- Jueves Santo: Misa de la Cena del Señor 19:30; Hora Santa 21:30
- Viernes Santo: Via Crucis 11h.; Oficios de la Pasión 19:30
- Sábado de Gloria: Vigilia Pascual 23h.
- Domingo de Resurrección: misas 11:30; 12:30 y 19:30
LECTURAS
- Isaías 50, 4-7
- Sal. 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
- Filipenses 2, 6-11
- Marcos 15, 1-39
Como en una montaña rusa, los humanos queremos subir y a veces descendemos, queremos sobresalir y desconocemos el valor y la brillantez de quien vale lo que vale y no necesita más premios ni reconocimientos que su propia conciencia y libertad. La entrada triunfal, el aparente éxito de masas del Domingo de Ramos, inicia un descenso a las profundidades del dolor y la humillación, pero también de los cimientos de la mayor dignidad humana, la que se crece cuando se ofrece. Este abismarse de Dios, por su Hijo Jesucristo, en las entrañas de nuestra humanidad, es la mejor oportunidad que tenemos de elevar nuestra condición humana a su más alta cota: la del que sirve, la del amor compasivo y solidario. De Ramos a la Pasión, de los vítores y a los vituperios, comenzamos la Semana Santa con una invitación a revisar cuáles son nuestras verdaderas expectativas de asecencos y hasta qué punto quisiéramos rebajar humos y petulancias para ser con Jesús, humildes por auténticos, grandes por serviciales.
ORACIÓN
Señor, nada contestas, qué poco hablas en la pasión según san Marcos, apenas un "tú lo dices" y el grito desgarrador del que no puede más y echa de menos a Dios: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
¿Y para qué más palabras si todo lo dices con tu vida entregada?, todo lo explicas con tus fuerzas exhaustas. Eres el misterio de la vida que asciende cuando se rebaja, del servicio que nos engrandece cuando, con humildad, nos pone a los pies de los que nos necesitan.
Déjanos decir a nosotros una palabra a la altura de tu ejemplo, déjanos orar con más comodidad, pues no nos hallamos como Tú en la cruz, pero no con menos sinceridad: "Salud de mi rostro, Dios mío, volveré a ver tu rostro".
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