DOMINGO 20 DE DICIEMBRE IV DE ADVIENTO (CICLO B)

Para que Dios entre en nuestras vidas, debemos dejar la puertab abierta, superar los miedos y desconfianzas, abrirnos a la sugerencia divina de que cuenta con nosotros, nos valora y nos ofrece  por su parte el doble de fidelidad de la que nos pide. Si María escuchó la propuesta que Dios le hacía es porque tenía las puertas de su espíritu abiertas a la novedad del Espíritu. Si la Iglesia quiere llevar el Evangelio a la socidad de hoy no puede encerrarse tras sus muros y directorios, normas y necesidad de uniformidad, así, ni Dios sale a la calle, ni los hombres y mujeres de hoy entrarán a la Iglesia. No una Iglesia "aduana", sino madre y hospital de campaña, una Iglesia en salida y no parapetada tras la aparente seguridad de las normas a tutiplén.

LECTURAS

  • II Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16)
  • Sal 88,2-3.4-5.27.29
  • Romanos (16,25-27)
  • Lucas (1,26-38)

Y para que no falte María, que junto al Bautista completa el díptico del adviento, hoy leemos el evangelio de Lucas. La virgen de Nazaret, desposada con José; la mujer de la espera, la escucha y el "sí". En la respuesta generosa de la Virgen al ángel, la servidumbre que asume María es a la palabra que, por ser ésta la de Dios, nunca humilla ni cercena, sino que libera y da plenitud. Colaboradora de Dios, por su fe y disponibilidad para el servicio, María es la madre de Dios-hijo, la madre del Hijo de Dios. Y por la palabra acogida de un modo creyente, orante y comprometido, cada uno de nosotros vamos desarrollando nuestra condición de hijos de Dios. Por el servicio y la caridad solidaria, los cristianos vemos como el Espíritu de Dios hace fértiles nuestras intenciones y acciones, nuestra vocación y ministerio dentro de la Iglesia.

Mucho le debe la Iglesia a la devoción mariana del pueblo fiel. Pero, sin la plena inserción de la figura de la Virgen María en la trama de la Historia de la Salvación, no se comprende su verdadero valor, ni se aprovecha del todo la riqueza de gracias y fidelidad que representa. Sin las actitudes creyentes —confianza, gratuidad, riesgo y compromiso— que María encarna, no sabremos medir la importancia de su papel en la misión salvadora de su Hijo, que es la salvación de Dios para todos sus hijos. Aparte de las justas y emocionalmente necesarias connotaciones de ternura maternal y responsabilidad familiar, la doncella visitada por el ángel también tiene el coraje de ir más allá de lo mandado, la imaginación para creer y anticipar lo que se le promete y, lo que es igual de encomiable, la constancia de vivirlo en la oculta cotidianidad de la vida oculta de Jesús hasta su marcha al desierto, de nuevo, bajo la sombra del Bautista. No olvidemos nada de esto cuando con naturalidad nos broten los tonos emotivos de la devoción, porque lo cortés no debiera quitar lo valiente. A la Virgen Madre le pedimos que nos inspire para seguir la Palabra y proclamar eternamente la misericordia de Dios: "Tú eres mi Padre, mi Dios, mi roca salvadora".

LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: UMBRAL DEL FUTURO DE DIOS

HOJA DOMINICAL DIOCESANA




DOMINGO 13 DE DICIEMBRE: III DE ADVIENTO (CICLO B)

 

La Vía Láctea resplandece sobre la oscuridad de la noche, el reguero de luz que dejan millones de estrellas arracimadas en una de las millones de galaxias del universo, nuestro sol entre ellas. Luz que viene de los astros, como la luminosidad de los testigos de Cristo viene de quien les hace brillar en medio de las tinieblas de tanto egoísmo y banalidad. Pero es su Señor quien les hizo alumbrar nuestras propias vidas, salgamos, pues, al encuentro del que es la luz verdadera: "Tu luz no hace ver la luz".

LECTURAS

  • Isaías (61,1-2a.10-11)
  • Lc 1,46-48.49-50.53-54
  • Tesalonicenses (5,16-24)
  • Juan (1,6-8.19-28)

Tal vez para darle más cancha de la que le otorga el evangelio de Marcos, la liturgia nos propone este domingo un pasaje de Juan, con el Bautista de protagonista en su condición de testigo de la verdad, de señero de uno que viene detrás de él, pero pasa delante y mucho más allá que Juan. El testimonio, así lo confirmó Pablo VI en la Evangelii nuntiandi y lo ha repetido el papa Francisco en Evangelii gaudium, es el lenguaje de la evangelización. Recibir testimonio de los que respiran las bienaventuranzas y se comprometen con su realización en el presente, nos ayuda a ser evangelizados, pues solo es evangelizador quien primero se ha visto atraído y embarcado por esa vida nueva que suscita el Evangelio de Jesucristo. Y vemos a Juan Bautista dar testimonio de Cristo como el que cubre todas las expectativas y cumple todas las promesas. Pero este acto de humildad y coraje, que comunica remitiendo a otro mayor y experimentando, con el descentramiento o superación de la autorreferencialidad de la que nos habla el papa Francisco, parte de un autoconocimiento que evita endiosamientos y egoísmos. Todo testigo lo es de algo que es mayor que él mismo. Agradecemos ya de antemano a todos aquellos hermanos y hermanas que, a lo largo de este año y los que vendrán, nos darán testimonio de su fe y esperanza, pues sabemos lo que cuesta compartir lo más íntimo y valoramos que se enfrenten al pudor y la debilidad de quien expone en público lo que uno lleva dentro; lo que como cristianos somos gracias a que otro mucho mayor, nos ha bautizado con Espíritu y fuego.

Y, sin embargo, de poco sirven los testimonios sobre Cristo si, como el propio Baustista invitará a sus discípulos, no llegamos al encuentro personal con ese que ha sostenido la palabra y el ejemplo de sus testigos: el Cordero de Dios, el que sí que es la luz por la que brilla todos sus testigos. Los que han creído, con sus propias vidas nos muestran el sentido y la firmeza que les dio seguir a Jesucristo. Nosotros, estimulados por ellos y sus buenas referencias, debemos acercarnos y conocer por nosotros mismos la cercanía de Dios que desprende Jesucristo, la exigencia de vida que nos propone, el horizonte de esperanza hacia el que nos encamina. Este encuentro tienes tres lugares privilegiados: la vida de Jesús que late en los evangelios; la propuesta a vivir la misericorida de Dios que nos reclama el rostro del hermano, especialmente de los enfermos y los pobres; la oración constante y la actitud de atención que ella propicia. Esos tres puntos de encuentro con el Señor los hallamos sugeridos y compartidos en la Iglesia, en el grupo de los que le siguen y lo anuncian. 

LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: TESTIGOS DE LA LUZ

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8 DE DICIEMBRE: INMACULADA CONCEPCIÓN. DÍA DEL SEMINARIO

 

Este año, por la pandemia, el Día del Seminario se ha trasladado a la fiesta de la Inmaculada. A la virgen y madre le encomendamos que el Espíritu Santo suscite vocaciones sacerdotales, de "pastores misioneros". Y, por su ejemplo, rogamos que tanto los futuros curas como los actuales, aprendamos a escuchar la Palabra, estar siempre disponibles al servicio del santo Pueblo de Dios y encarnar en la vida de nuestros pueblos y barrios su modelo evangelizador, basado en la plena identificación con el proyecto del Reino de Dios, que es vida en abundancia para todos.

LECTURAS

  • Génesis 3, 9-15. 20
  • Salmo 97, 1. 2-3ab. 3c-4
  • Efesios 1, 3-6. 11-12
  • Lucas 1, 26-38

DÍA DEL SEMINARIO

Dentro del itinerario de Adviento, la festividad de la Purísima, la Inmaculada Concepción, nos invita a ver en María la actitud de escucha atenta de la Palabra de Dios, que resuena tanto en el silencio de la oración como en la plena atención a la realidad que nos rodea. Como también nos estimula la Virgen María a convertir la fe en servicio, la devoción en compromiso, la Iglesia en casa familiar para todos los hijos de Dios. Si ella fue concebida sin pecado original, no por ello le sería más fácil empeñar su vida entera en la plena realización de los planes de Dios, que suponían para la mujer de Nazaret e hija de Israel, para la esposa  de José y madre de Jesús, no pocos ni menos dolorosos sacrificios. Por eso, en este camino de conversión que es el Adviento, junto a la receptividad a la Palabra de Dios y a la realidad de nuestros hermanos, además del seguimiento de los testimonios de aquellos buenos creyentes y mejores servidores, nos quisiéramos comprometer a vivir el encuentro con Dios que María personificó en su maternidad del salvador y, como ella, estar siempre disponibles para servir, amar y socorrer al que nos necesita. Este es el programa para todo cristiano, y por ello, este debiera ser también el punto de partida para quienes quieren servir a la comunidad como pastores, predicadores y acompañantes de la fe sus hermanos.

Virgen concebida sin pecado original, ruega por las vocaciones al presbiterado, para que broten de las familias y las comunidades cristianas; para que se formen en consonancia con las exigencias de la evangelización en el mundo de hoy; para que maduren y se inserten con ánimo colegial en la Iglesia de Albacete y así la hagan más joven, más activa y más comprometida con los pobres.


DOMINGO 6 DE DICIEMBRE: II DE ADVIENTO (CICLO B)

 
Como los ríos van a la mar, la confesión de los pecados, la conversión, debe desembocar en un cambio integral de vida. Como esto nos parece harto difícil, nos vendrá muy bien escuchar y seguir el ejemplo de los testigos que lo han conseguido. Como parte del Adviento, busquemos esas pruebas vivientes de que es posible acometer las reformas personales que nos pongan a tono con la vocación cristiana, con el modelo de humanidad que es nuestro Señor Jesucristo.

LECTURAS

  •  Isaías (40,1-5.9-11)
  • Sal 84,9ab-10.11-12.13-14
  • II Pedro (3,8-14)
  • Marcos (1,1-8)

"Comienzo del Evangelio de Jesucristo..." Al principio, fue la esperanza, hija adelantada de la pobreza y la necesidad; partera de la justicia y de la solidaridad; patrimonio de los que no habitan en la seguridad y los beneficios a corto plazo. Al principio fue la esperanza de un pueblo y de cada alma hambrienta de que Dios mostrara su misericordia, de que se diera por cancelada su culpa y obtuviera el consuelo de su amor. Esa esperanza, como ocurre con todo lo que es arduo y laborioso, tiene sus antecedentes, sus precursores y primicias. Juan cumple su tarea: "algo tiene que ocurrir y para que ocurra, mucho hemos de cambiar todos". La conversión a la que invitaba Juan y a la que Jesús iniciará con su magisterio itinerante, es ya esperanza en movimiento. Las prendas de esa nueva vida (justicia, honradez, compasión y solidaridad) abren el portillo por el que la esperanza podrá ser realidad plena. La confesión de los pecados es el  preludio de la radical transformación de la persona, del profundo cambio de vida, sin los cuales, el reconocimiento de nuestras culpas se queda en algo estéril, el comienzo inacabado de lo que solo la plena renovación vital puede consumar. Bauticémonos en la esperanza de lo que, por el compromiso y nuestra vida renovada, ya ha empezado a ser realidad; y démosle tiempo y espacio para que cunda en nuestros ambientes de vida cotidiana para así transformar también el mundo que falta le hace.

En esos ríos de gente que se acercan al río de agua del Jordán en busca del Bautista y su predicación y bautismo de conversión, hay búsqueda, necesidad de una luz que oriente sus vidas y las transforme. La confesión de los pecados, más allá de un acto puntual, requiere un proceso de conversión del que forma parte el reconocimiento de lo que nos ha alejado de Dios, pero que debe ir más allá de la culpa y el remordimiento, hasta desembocar en una decisión trascendental: afrontar los cambios acordes con la nueva dirección que se quiere emprender. Nuestra confesión y propósito de enmienda debieran incluir también, para desencadenar esa reforma integral de nuestras personas, una no menos decidida disciplina espiritual: cómo y cuándo orar, hacia dónde dirigir nuestra meditación, con quienes acompañarla. Ese es el Bautismo con Espíritu Santo, el que pone al servicio del crecimiento espiritual los medios y las determinaciones que nos permitan renacer. La espiritualidad cristiana es así inseparable del resto de proyectos y compromisos que dan madurez a nuestra vocación de seguidores de Cristo. El compromiso más efectivo siempre será el que hunde sus raíces en lo más profundo y nutritivo de la dimensión de interioridad, contemplación y autoconocimiento que constituye nuestro ser más auténtico y fecundo, aquello que, según dijera Calderón de la Barca, “sólo es de Dios”.


LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: JUAN EL BAUTISTA


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DOMINGO 29 DE NOVIEMBRE: I DE ADVIENTO (CICLO B)

 
(Peter Zumthor, Museo Columba, Colonia, Alemania) Sobre una añeja construcción, con arcos ojivales que nos hablan de un pasado luminoso, pero pasado, la nueva construcción encuentra otras formas de abrirse a la luz, de combinar los materiales y de convertir lo heredado en respuetas funcionales para el presente sin perder lo que le da sentido: acoger al que llega y abrirse al mundo en el que está. Así, también la Iglesia.

LECTURAS

  • Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7)
  • Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19
  • Corintios (1,3-9)
  • Marcos (13,33-37)

La esperanza no mira solo hacia el futuro, de hecho, para poder mantener la mirada abierta más allá del peso del presente y las incertidumbres de lo por venir, se requiere empezar por prestar atención a lo que ya pasó y no quitarle ojo a lo que te rodea: tener conciencia de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí. Tanto Isaías (Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él), como Pablo (En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús), hacen memoria y encuentran en los días pasados motivos de acción de gracias, que serán otras tantas razones para abrir los ojos y otear indicios de esperanza. Pero, también en el presente, por oscuro que pueda parecernos a veces, la esperanza puede encontrar alimento. Isaías reconoció la acción de Dios en su tiempo no menos aciago que el nuestro (Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos) y Pablo también supo leer en la realidad de sus comunidades, tan frágiles y ambivalentes como las nuestras, el paso liberador de Dios: De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

El breve, conciso y esencial evangelio de Marcos, a pesar de que es muy realista, casi hasta el extremo, hace que Jesús vaya pespunteando con todos sus pasos y sus andanzas, un recorrido único y decisivo, que solo podemos verlo con una mirada profunda, que ve más allá de la inmediatez. Por eso, aunque no se engañe el maestro de Nazaret con la debilidad de sus discípulos, ni con la volatilidad del aplauso de las masas, ni siquiera con la gratitud de los beneficiados por su acción sanadora, practica Él y nos invita a practicar a todos una prospección de los hechos, para ver tras sus aparentes durezas y fracasos un sentido que los trasciende y eleva.

En esta hora difícil para la evangelización, con una Iglesia tentada de dar respuestas que ya resultaron antaño estériles, es más necesaria, si cabe, esa visión que anticipa lo imposible porque atiende, con suma responsabilidad, a lo que vivimos aquí y ahora, a esta sociedad y no a la España del siglo XVI o de los años cuarenta, cuando se impuso un cristianismo triunfal pero no triunfante, pues haciendo caso omiso a la realidad, difícilmente se vencen las dificultades ni se labra un futuro. Así pues, la vigilancia que el Señor nos recomienda deberá mirar con tanta atención hacia nuestra biografía pasada e irrepetible, como tener en cuenta esta hora presente que nos pertenece y en la que Dios nos sigue moldeando. Solo así, lograremos vislumbrar, a pesar de oscuras brumas, al dueño y señor de todas nuestras estancias.

DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE: XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

 

Nicaragua, Puerto Cabeza, huracán "iota" (el que vino detrás del hurcán "eta"). Nuestro amigo y hermano misonero Javi Pla nos envía esta imagen de una casa destrozada por los vientos y el aguacero. Las planchas de zinc que la cubrían han volado como vuelan los duros esfuerzos humanos por sobreponerse y volver a empezar. Pero la llamada de Jesús a reconocer en el que te necesita a un hermano también surcará los cielos y los mares para convertirse en techumbre, agua potable o alimentos. Nunca será suficiente, pero no dejaremos de intentarlo porque la fraternidad que nos sostiene es el sagrario más necesitado de ser visitado y acompañado.

LECTURAS

  • Ezequiel (34,11-12.15-17)
  • Sal 22,1-2a.2b-3.5.6
  • Corintios (15,20-26.28)
  • Mateo (25,31-46)

Majestuoso, como sólo puede ser el juicio final: grande, solemne y tremendamente sobrecogedor. Eternidad divina (el Hijo del Hombre con todos sus ángeles) y universalidad humana (todas las naciones). Un antes que pasó y un después que no pasará, marcan ese trono de la decisión, de la escucha y la valoración de todo lo que fue, para encarrilar lo único que será, ahora, de verdad. Y llega la sentencia: sorprendente, es la misericordia, la compasión, la ternura a tiempo, la solidaridad necesaria, el amor gratuito, la ayuda oportuna, las humildes y casi invisibles horas de servicio desinteresado y de fraternidad cotidiana, las estrellas que brillan en este firmamento del juicio universal.

Nadie le puede discutir al evangelio de Lucas su merecido título de evangelio de la misericordia. Pero sólo por este texto, Mateo se pone a su altura. Y la fuerza y hondura de las palabras que el Jesús de Mateo dice, porque él mismo es la palabra que revela al Padre y lo comunica a quien le escucha, se convierten en rostros y momentos de la historia toda de cada persona y la humanidad entera. Todas las enseñanzas del rabí que se ha atrevido a decir «pero yo os digo», del maestro que no sólo ha interpretado sino reescrito la Palabra de Dios, se reúnen, concretan y escenifican en esta inmensa lección de justicia que es amor y de amor que se hace real en la justicia cuando llega a las últimas soledades y abandonos. Es cierto que se habla de castigo. Si no, no sería un juicio. Pero también lo es que ese castigo ya nos lo hemos infringido cada vez que desaprovechamos la ocasión de vivir esta misericordia a nuestro alcance que es la compasión.

Aunque en el evangelio de Mateo prime lo doctrinal, preocupado como está por encajar y al mismo tiempo preservar la novedad de Jesús en relación con la Ley y los Profetas. Pero este broche, lección magistral y de clausura, previa a la Pasión, atrae todas las enseñanzas hacia su centro originario, el amor y la solidaridad. Los pobres, enfermos, presos, extranjeros... con sus rostros marcados por el sufrimiento, se convierten en las nuevas letras con las que se escribe y en las que se lee la palabra de Dios que Jesús ha pronunciado con su vida, y también en su magisterio de oyente y ministro de la Palabra. El hermano que te necesita es también presencia real y actual de Cristo. Aquí se cumplen las profecías. En esta vida, entendida de modo fraternal y benefactora para con los que más lo necesitan, se lleva a cumplimiento lo que cualquier aprendiz de la fe y la espiritualidad deben aprender y aplicar. El cumplimiento de la palabra de Dios, aplicar la Ley, vivir la fe... es siempre, amar, servir y perdonar; o con imágenes: ser sal y luz del mundo.

LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: OBRAS SON AMORES


HOJA DOMINICAL DIOCESANA

Domingo 15 de noviembre: XXXIII de Tiempo Ordinario (Ciclo A). Jornada mundial contra la pobreza.

 
(Imagen tomada de: https://blog.gluubo.com/ruinas-monasterio-santa-maria-rioseco/) Aunque golpeadas por el tiempo, y sobre todo por el abandono y el desuso, las ruinas nos muestran los diferentes materiales, las distintas estructuras y piezas que se suman para edificar un conjunto y construir un espacio, con distintas utilidades pero con una finalidad última. Así es la Iglesia, así somos nosotros dentro de la Iglesia, así se necesitan y obtienen sentido los talentos y cualidades, para compartirlos y levantar entre todos juntos "una ciudad para todos".

IV JORNADA MUNDIAL CONTRA LA POBREZA: "TIENDE TU MANO AL POBRE"

LECTURAS

  • Proverbios (31,10-13.19-20.30-31)
  • Sal 127,1-2.3.4-5
  • Tesalonicenses (5,1-6)
  • Mateo (25,14-30)

«Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene», casi insultante, injusto hasta el despropósito... ¿o no? Es que como si el Señor quieisera advertirnos que no compartir es como no tener y perder hasta lo que pensábamos que era nuestro. Aparte de las diferencias de rentabilidad de los talentos, bien difícil de medir, la parábola de Jesús nos deja otros mensajes más importantes y, sobre todo, más urgentes: que tener, todos tenemos cualidades, recursos y tiempo; que lo que tenemos, sabemos y podemos solo sirve si se pone al servicio de los demás; que cuando se comparte y se sirve lo poco que creíamos ser, se multiplica y amplía. Es preciso creer en nosotros mismos para que todo esto pueda dar de sí, para que lleguemos a darnos de corazón.

La Iglesia, con sus parroquias y movimientos, congregaciones religiosas y asociaciones, es una ocasión propicia para que experimentemos estas matemáticas de la generosidad comunitaria. Por muy exigente que sea nuestro Señor que nos pide que saquemos de donde no hay, nunca nos dejará llegar a ese extremo pues antes de pedirnos nada ya nos lo dio todo. 

Por otra parte, al  pertenecer a una comunidad que suma y pone en juego las posibilidades de solidaridad de todos los que la integramos, se consigue multiplicar lo que cada uno comparte y así llegamos, todos juntos, mucho más allá de lo que hubiéramos creído posible por separado. Escuchar problemas, buscar soluciones, convertir las buenas intenciones en alimentos, un comedor social, una lavandería solidaria, ayudas económicas de emergencia, cursos de formación laboral, pisos de acogida para inmigrantes, recogida de ropa y muebles, atención a la infancia y la juventud... una larga lista que, sin embargo, y eso es lo que más nos duele, aún se queda corta para llegar hasta donde la pobreza y la desigualdad golpean más fuerte. Por eso tenemos que sacarle todavía más juego a los talentos  y la disponibilidad para amar y servir.