DOMINGO 13 DE DICIEMBRE: III DE ADVIENTO (CICLO B)

 

La Vía Láctea resplandece sobre la oscuridad de la noche, el reguero de luz que dejan millones de estrellas arracimadas en una de las millones de galaxias del universo, nuestro sol entre ellas. Luz que viene de los astros, como la luminosidad de los testigos de Cristo viene de quien les hace brillar en medio de las tinieblas de tanto egoísmo y banalidad. Pero es su Señor quien les hizo alumbrar nuestras propias vidas, salgamos, pues, al encuentro del que es la luz verdadera: "Tu luz no hace ver la luz".

LECTURAS

  • Isaías (61,1-2a.10-11)
  • Lc 1,46-48.49-50.53-54
  • Tesalonicenses (5,16-24)
  • Juan (1,6-8.19-28)

Tal vez para darle más cancha de la que le otorga el evangelio de Marcos, la liturgia nos propone este domingo un pasaje de Juan, con el Bautista de protagonista en su condición de testigo de la verdad, de señero de uno que viene detrás de él, pero pasa delante y mucho más allá que Juan. El testimonio, así lo confirmó Pablo VI en la Evangelii nuntiandi y lo ha repetido el papa Francisco en Evangelii gaudium, es el lenguaje de la evangelización. Recibir testimonio de los que respiran las bienaventuranzas y se comprometen con su realización en el presente, nos ayuda a ser evangelizados, pues solo es evangelizador quien primero se ha visto atraído y embarcado por esa vida nueva que suscita el Evangelio de Jesucristo. Y vemos a Juan Bautista dar testimonio de Cristo como el que cubre todas las expectativas y cumple todas las promesas. Pero este acto de humildad y coraje, que comunica remitiendo a otro mayor y experimentando, con el descentramiento o superación de la autorreferencialidad de la que nos habla el papa Francisco, parte de un autoconocimiento que evita endiosamientos y egoísmos. Todo testigo lo es de algo que es mayor que él mismo. Agradecemos ya de antemano a todos aquellos hermanos y hermanas que, a lo largo de este año y los que vendrán, nos darán testimonio de su fe y esperanza, pues sabemos lo que cuesta compartir lo más íntimo y valoramos que se enfrenten al pudor y la debilidad de quien expone en público lo que uno lleva dentro; lo que como cristianos somos gracias a que otro mucho mayor, nos ha bautizado con Espíritu y fuego.

Y, sin embargo, de poco sirven los testimonios sobre Cristo si, como el propio Baustista invitará a sus discípulos, no llegamos al encuentro personal con ese que ha sostenido la palabra y el ejemplo de sus testigos: el Cordero de Dios, el que sí que es la luz por la que brilla todos sus testigos. Los que han creído, con sus propias vidas nos muestran el sentido y la firmeza que les dio seguir a Jesucristo. Nosotros, estimulados por ellos y sus buenas referencias, debemos acercarnos y conocer por nosotros mismos la cercanía de Dios que desprende Jesucristo, la exigencia de vida que nos propone, el horizonte de esperanza hacia el que nos encamina. Este encuentro tienes tres lugares privilegiados: la vida de Jesús que late en los evangelios; la propuesta a vivir la misericorida de Dios que nos reclama el rostro del hermano, especialmente de los enfermos y los pobres; la oración constante y la actitud de atención que ella propicia. Esos tres puntos de encuentro con el Señor los hallamos sugeridos y compartidos en la Iglesia, en el grupo de los que le siguen y lo anuncian. 

LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: TESTIGOS DE LA LUZ

HOJA DOMINICAL DIOCESANA



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