La vuelta de Jesús a Galilea, procedente del desierto, después del tiempo de discernimiento y decisión, es un amanecer en el que todo, se tiende ante los ojos y el alma para emprender un camino virgen. Una nueva etapa que se abre sin negar ni ignorar de donde viene, por eso empieza en Nazaret. Tan vasto como el horizonte inédito de la misión que se dispone a iniciar es el impulso del Espíritu que lo llena, le sostiene, lo anima e inspira: el espíritu de Dios, el espíritu profético que habla desde dentro y se expresa con la vida toda del que se ha puesto en sus manos. La Palabra de Dios es cauce para que nos llegue también a nosotros el Espíritu Santo, si antes nos ponemos a la escucha en el silencio y nos predisponemos a dejarnos llevar por él en el compromiso que seguro nos suscitará.
LECTURAS
- Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
- Salmo 18, 8. 9. 10. 15 R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
- I Corintios 12, 12-30
- Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21
Vuelve Jesús a Nazaret, "donde se había criado", pero ya no es el mismo que conocieron sus paisanos. Sigue siendo el hijo de María y de José, y allí viven sus hermanos, pero el desierto le ha cambiado. El bautismo de Juan ya presupone que Jesús bajó a Judea respondiendo a una llamada que viene de antes y de más adentro, también de más arriba. Con el bautismo y el tiempo de silencio y escucha de la voz de Dios en el desierto, el Hijo asume la misión, el profeta recibe su tarea, el maestro alcanza la madurez que le pemitirá guiar a otros. Todo viene del Espíritu: la crianza y la dulzura del hogar y del pueblo, la búsqueda y la peregrinación a las fuentes de la Palabra, la decisión y el impuso misionero. Todo es obra del Espíritu que ya está dentro de Él, como habita también en nuestro interior, pero la cuestión es reconocerlo y seguir sus mociones. Y donde está el Espíritu divino hay envío, hay compromiso y acción. Junto a Jesús asistimos al amanecer de su misión evangelizadora y como Él nos ponemos sobre las alas del Espíritu de la Buena Noticia para los que más la necesitan: los pobres, los desanimados y abatidos.