1 DE ENERO: SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. JORNADA POR LA PAZ

 
A los ocho días, como mandaba la ley de Moisés, Jesús recibió su nombre, el que a María le inspirara Dios y el que significaba su misión: Joshuá, Dios salva. El día del nombre de Jesús, es también el día de su santa madre que le dio ese nombre y contribuyó a que fuera relidad la verdad encerrada en él. También este día primero del año, la Iglesia lo dedica a orar, reflexionar y comprometerse por la paz. En su mensaje, "Perdona nuestras ofensas. Concédenos tu paz", el papa Francisco propone tres acciones en favor de la plena dignidad de todas las personas y todos los pueblos: el perdón de la deudad externa de los pueblos empobrecidos, la defensa de la vida desde su concepción hasta la muerte y la creación de un fondo contra el hambre. Nos sumamos a estas intenciones e intentaremos que se conviertan en acciones.

JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO: "PÉRDONA NUESTRAS OFENSAS. CONCÉDENOS TU PAZ"

LECTURAS

  • Num 6, 22-27. Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré.
  • Sal 66. R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
  • Gal 4, 4-7. Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer.
  • Lc 2, 16-21. Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

El nombre que según el evangelio de Lucas el ángel propuso para el hijo primogénito de la Virgen María expresa la misión que Jesús realizará con toda su vida: Dios nos salva; porque el Dios del que Cristo nos va a hablar con su entrega es el único que salva, el que sólo puede salvar. Esta verdad del ser y la historia de Jesucristo confirma las profecías, sí, pero también se convierte en la promesa permanentemente ofrecida por parte de Dios de que en la acogida de Jesús, en su evangelio y en el seguimiento como discípulos suyos, hay salvación, sanación, reconciliación, vida plena, paz auténtica. 

Con esta oferta de Dios hecha realidad en su Hijo Jesucristo, los cristianos orientamos nuestras vidas en la dirección que marcan sus palabras y obras, y sobre todo, su vida misma, verdadero evangelio de Dios. Para nosotros, la mejor prosperidad que podríamos alcanzar en el año nuevo, es que avancemos y maduremos como discípulos de Jesús de Nazaret, en el que Dios salva. Ese es el deseo que nos hacemos todos los años y con el que podríamos, si se cumple, contribuir al anhelo de paz para toda la humanidad. Pues, para trabajar por la paz, cada uno deberá hallar antes el propósito de su vida, el cimiento y la meta de nuestros años pasados y nuevos. Y nuestro fundamento y acicate se encierran en el bendito nombre de Jesús, en su confirmación de que Dios lo que quiere es salvar.



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