LECTURAS
- Eclo 24, 1-2. 8-12. La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido.
- Sal 147. R. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
- Ef 1, 3-6. 15-18. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus
hijos.
- Jn 1, 1-18. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
En este tiempo de Navidad, volvemos a leer en el segundo domingo, el prólogo del evangelio de san Juan. Volvemos a escuchar el anuncio de que la Palabra que es Dios ha llegado hasta nosotros. Pero la acogida de esa Palabra es cosa nuestra. Como las tinieblas, también nosotros podemos rechazar la luz, como el mundo podemos ignorar la vida verdadera. La Palabra en nuestros corazones es semilla, fuente, impronta, pero sus frutos necesitan de nuestra decidida voluntad de maduración y desarrollo. Empecemos por acogerla, con apertura incondicional y entregada confianza. Esta hospitalidad para con la Palabra que es Cristo, exige contemplación, silencio y escucha. Aunque también será preciso movilizar nuestras cualidades, reordenar las prioridades y dedicar tiempo e inteligencia al compromiso con esa misma vida que la Palabra ha engendrado en nuestro ser, la vida que corre peligro por la injusticia, se ve amenazada por el egoismo, languidece a causa de una rutina consumista e indolente. La Palabra nos hace capaces de ser hijos de Dios y, por ello, comprometidos con la fraternidad solidaria y compasiva en la que Dios se complace.
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