DOMINGO 28 DE JULIO: XVII DE TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

Sin la mirada atenta y el corazón predispuesto, ni Jesús ni nadie puede percibir las necesidades del otro y cómo su justa satisfacción tiene mucho que ver con el sentido de lo que somos en cuanto humanos, en tanto que hermanos. Sin el corazón puesto en la divina voluntad de vida y plenitud para todos los hijos de Dios será muy improbable que nuestras intenciones y capacidades para cumplirlas, se dirijan solidariamente hacia la justicia y la caridad. Jesús multiplica de la abundancia de su profunda solidaridad con el hermano. Sin esa previa proximidad y simpatía por el sufrimiento ajeno, es muy difícil saciar, socorrer ni saborear el destino útimo de nuestos bienes y cualidades.

LECTURAS

  • II Reyes 4, 42-44
  • Sal. 144, 10-11. 15-16. 17-18 R: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
  • Efesios 4, 1-6
  • Juan 6, 1-15
Tal vez, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, el único que aparece en los cuatro evangelios, sea, antes que nada, la manifestación de lo milagrosa que puede ser la preocupación compasiva y misericordiosa por la situación del hermano, especialmente cuando sufre, carece de lo necesario o se halla perdido y abandonado. Luego vendrán la abundancia que nace de la generosidad y la saciedad que surte efecto cuando las cosas se han hecho bien y para bien de todos. Pero antes de la materialidad del pan y los peces, están el pensamiento centrado en el otro, la intención volcada en el bienestar y la felicidad de los que sufren y esperan de nosotros el milagro de la fraternidad. 

Como en el pasaje del descanso frustrado por la aparición de los necesitados, que andaban, "como ovejas sin pastor", esta multitud y su demanda de atención, suscita en nosotros la reflexión sobre nuestra propia escala de valores: ¿qué es lo que más nos preocupa?, ¿qué nos inquieta y nos pide un sereno discernimiento sobre nuestros objetivos y proyectos? Si solo andamos ocupados en pensar sobre nosotros mismos y calcular nuestra exlusiva satisfacción, puede que muramos de hambre y no sirvamos para paliar el hambre ajena. Al final, esto de saciar y dar de comer tiene mucho que ver con dónde está nuestro tesoro y qué vamos a hacer con él.


LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA: COMPARTIR ES EL MILAGRO

COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA: COMPARTIR EL PAN

COMENTARIO AUDIOVISUAL DE VERBO DIVINO: COMPARTIR COTIDIANO

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