LOS DOMINGOS DE JULIO, AGOSTO Y SEPTIEMBRE NO HABRÁ MISA POR LA TARDE
La dulce cotidianidad, el amor por lo conocido, la cálida sensación del hogar, no siempre son los mejores alicientes para aprender, progresar, superarse. A veces, muchas veces, el clima del redil, la familiaridad y el apego a lo acostumbrado nos impiden aceptar lo novedoso y reconocer la oportunidad que nos trae y nos lleva más allá de los límites conocidos. El rechazo de Jesús por parte de los suyos, que luego alcanzará hasta sus discípulos, nos previene contra las inercias que socavan nuesta necesidad y capacidad de abrirnos a lo que nos sorprende y hasta nos asusta, nos asusta porque todavía no nos hemos atrevido a mirar más allá.LECTURAS
- Ezequiel 2, 2-5
- Sal. 122, 1-2a. 2bcd. 3-4 R. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia
- II Corintios 12, 7-10
- Marcos 6, 1-6
La falta de fe, que el Evangelio de Marcos explora y contrapone con los casos positivos de quienes se fían de Dios (la hemorroisa, Jairo, el propio Jesús) y amplían su capacidad de otear el horizonte de plenitud que Dios nos promete, tiene sus raíces en el miedo, la necesidad de seguridades y... también, la familiaridad, la costumbre y el apego a lo conocido. Frente a estas inercias que nos atan y empequeñecen, el Jesús rechazado en su pueblo por sus vecinos, nos invita a una mirada amplia, un corazón atrevido y una humildad a prueba de blindajes e intransigencias, frutos de nuesta pusilanimidad y nuestra olvidadiza memoria, que no recuerda con justicia y gratitud cuántos aprendizajes y logros le debemos al coraje de creeer, esperar y confiar.
Si Jesús ya no nos sorprende, provoca y estimula a superarnos e ir más allá de la rutina y la comodidad, del miedo y la prevención, de la búsqueda de seguridades y el atrincheramiento en lo ya trillado... entonces es que ya no le seguimos, o es que no le hemos conocido de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario