LECTURAS
- Hechos de los apóstoles 2, 1-11
- Salmo 103, 1ab y 24ac. 29bc 30. 31 y 34 R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
- I Corintios 12, 3b-7. 12-13
- Juan 20, 19-23
Frente al miedo, contra el inmovilismo, en lugar de la huida y el aislamiento, el Espíritu que Cristo nos transmite es coraje esperanzado para vivir la nueva humanidad que nos trae el Reino de Dios. Sí, también es silencio, contemplación y escucha, pero inseparables de la acción y el compromiso que suscitan la palabra escuchada en el silencio, el rostro comtemplado con la mirada misericordiosa de la fe. Hoy, Pentecostés para la Iglesia y para cada cristiano, es una provocación y una interpelación a favor de la difusión de nuestra fe con el lenguaje creíble del testimonio. Porque, cuando Dios reina en nuestras vidas, retroceden las fuerzas malignas del poder, la avaricia y el individualismo. Por eso, no tenemos miedo, ni pereza, contamos con fuerzas y motivos para pregonar a los cuatro vientos que el Reinado de Dios es más fuerte y saludable que el imperio del dinero y el señuelo de una vida encerrada en nosotros mismos. Propaguemos la conveniencia social y personal del perdón, la fraternidad y la cooperación.
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