14 DE ABRIL: III DOMINGO DE PASCUA (CICLO B)

La fe en la resurrección de Jesucristo, además de darnos vida, de suscitar motivos para vivir con esperanza y, por ello mismo comprometernos por mejorar las condiciones de vida de todos; además de inspirarnos confianza en el futuro de vida definitiva junto a Dios, más allá de la muerte; además de confirmar el sentido salvador que tenía la vida toda de Jesús, el Señor; además de todo eso, motiva en los que la hemos aceptado, la tarea de testificarlo, de anunciarlo y compartirlo. Y en esta misión se encierra un elemento constitutivo de la resurrección: la fraternidad a la que nacemos como criaturas nuevas frente al egoísmo y el individualismo, que junto con la desesperación y el miedo deben morir para que resucitemos de veras.

LECTURAS

  • Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19
  • Sal. 4,2. 4. 7. 9 R. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.
  • I Juan 2, 1-5a
  • Lucas 24, 35-48

Cuando, allá por el s. III antes de  Cristo, surgió en Israel la fe en la resurrección, frente a siglos de judaísmo en los que apenas se creían en una vaga supervivencia de los difuntos como sombras en el Sheol, el motor de esta nueva fe era la convicción de que Dios no podía abandonar a los fieles perseverantes hasta el final, víctimas de las persecuciones y la violencia intransigente de los gobernantes seleucidas. No se trataba sólo de la pregunta por el destino de mi vida tras la muerte, sino sobre el sentido de la vida que, amenazado por la injusticia y el mal, parecían abocarnos a una visión derrotista de la existencia. No era tanto una cuestión individual sino una comprensión comunitaria, fraterna y universal de las razones a favor del bien, la justicia y la solidaridad. Y cuando, a partir de la mañana de aquél primer día de la semana del año 30, los discípulos creyeron que Cristo había resucitado y lo contaron con los relatos de la tumba vacía y las apariciones del resucitado, tampoco se trataba exclusivamente del tránsito de la muerte a la vida, sino del triunfo definitivo del amor, el servicio y la entrega. Con la resurrección de Cristo los primeros cristianos reconocían la verdad del Evangelio como verdad de la vida que vence a la muerte, como la fraternidad vence el egoísmo. Tal vez por eso, las apariciones son siempre una llamada a ser comunidad y reunirse en comunidad. Nuestra muerte cuenta, claro que sí, nos preocupa y suscita dudas, pero la resurrección del crucificado tiene que ver con algo más amplio que el destino de cada persona, con los lazos fraternos que nos unen y en los que ese destino personal halla su verdadero sentido antes y después de la muerte.

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA


1 comentario:

  1. No creo que Jesucristo resucitase con el cuerpo, para qué? Eso no es más que un fenómeno paranormal, sin valor ninguno. Solo sirve a los que quieren trucos de magia en que creer. Jesucristo resucitó, si, a la Vida eterna, y nos enseñó el camino para ser como él. Pero el camino no es simplemente "creer" del modo que entendemos hoy por creer. El creer del los evangelios es experimentar, ver por uno mismo con los ojos del espíritu. Saludos

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