DOMINGO 17 DE MARZO: V DE CUARESMA (CICLO B)

 
De la nueva alianza de Dios nace un nuevo pueblo, una asamblea formada no por una raza, ni siquiera por una religión, sino por toda la humanidad, verdadera destinataria del objetivo de dicha alianza: la salvación, la vida en plenitud, la condición de hijos de Dios. Este nuevo pacto lleva el sello de la vida entrega de Jesucristo. Una entrega que no le sale gratuita, que le cuesta la vida, pero ya se sabe, el que quiera ganar la vida debe estar dispuesto a entegarla, a convertirla en parte de ese amor sin límites que Dios nos da. El coste dramático, sufriente hasta la sangre y la desolación, el evangelio de Juan quiere suavizarlo bajo la estela de la glorificación que desborda y transforma esos sufrimientos. Pero antes de su glorificación, aunque sea nimbada de divinidad filial, está la cruz: Jesús siente, padece y, aún así, en fidelidad a la vocación que aceptó en el desierto, no renuncia ni se vuelve atrás. Divino, sí, pero sin ahorrarse la necesaria perserverancia y superación que requiere la cruz.

LECTURAS

  • Jeremías 31, 31-34
  • Salmo 50, 3-4. 12-13. 14-15 R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
  • Hebreos 5, 7-9
  • Juan 12, 20-33

El evangelio de Juan no tiene la escena dolorosa de la oración del huerto de Getsemaní (Mc 14; 32-42; Mt 26; 36-46; Lc 22; 39-46). Sí que va Jesús con sus discípulos al huerto de los Olivos, pero no se cuenta que sienta conmoción hasta sudar sangre, no hace falta que un ángel lo consuele, tampoco pasa por la decepción de ver a los discípulos dormidos mientras Él pena, porque sucede inmediatamente el prendimiento. La perspectiva sumamente elevada sobre Jesucristo que adopta el cuarto evangelio no consiente esos niveles de realismo y humilde postración. El Jesús de Juan siempre aparece por encima de cualquier atisbo de debilidad. 

Pero en este pasaje (Jn 12: "seis días antes de la Pascua"; Jn 13 es ya la última cena), Juan une las dudas y temores que los sinópticos describen de manera doliente en la oración de Getsemaní ("Ahora mi alma está agitada, pero que voy a decir: Padre líbrame de esta hora?") con la transfiguración representada por la voz que viene del cielo: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo" . Y de este modo, al unir el punto más humano y frágil con la representación de la elección y condición divinas de Jesús, el evangelio de Juan nos invita a integrar en ese movimiento ascendente nuestras propias dudas y calvarios asumidos por Cristo para transformarlos en el cumplimiento definitivo que sólo Dios nos puede dar: "Cuando yo sea elevado atraeré a todos hacia mí". 

Por la fidelidad y generosidad que alimentan y motivan la entrega de Jesús, nos convierte en el nuevo Pueblo de Dios, el que ya no depende del "príncipe de este mundo", el que ya no adora como si fuera dios el dinero, el ego o la comodidad individualista. Caen los ídolos y resplandece el Dios que en Cristo nos asocia a su vida plena, a la dicha de su amor sin límites.

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA

CUARESMA EN SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

  • Celebración comunitaria de la penitencia: viernes 15 de marzo 19:30
  • Charlas cuaresmales: miércoles 20 y jueves 21 a las 20h.
  • Oración: los miércoles a las 20h.
  • Via Crucis: viernes 19h. 
  • Escuela bíblica: sábados 20h. 

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