DOMINGO 16 DE ABRIL: II DE PASCUA (CICLO A)

 

La puerta de la Iglesia es el Bautismo. Pero la vida de la Iglesia requiere que entremos múltiples veces por la puerta física de la casa de la comunidad -situada junto a la pila bautismal- para formar una familia, una asamblea que se encuentra con el resucitado. Como nos pide el papa Francisco, hemos de hacer entre todos los bautizados una Iglesia de puertas abiertas, tanto para salir a anunciar el Evangelio, como para entrar a reunirnos y alimentarnos de los sacramentos, la vida compartida y la escucha de la Palabra.

LECTURAS

  • Hechos de los apóstoles (2,42-47)
  • Sal 117,2-4.13-15.22-24
  • I Pedro (1,3-9)
  • Juan (20,19-31)

Las apariciones del resucitado tienen un doble significado, por un lado, la confirmación de que Jesús vive, que ha vencido a la muerte; y por otra parte, el carácter eclesial, comunitario de la fe en el resucitado. Tanto para creer que Cristo vive para siempre, como para poner en práctica su Evangelio que es fuente de vida eterna, es menester vivir en comunidad, celebrar la fe comunitariamente, cumplir la misión que el resucitado encomienda a sus discípulos: anunciar el Evangelio. De este modo, la resurrección de Cristo supone, de nuevo, una llamada para seguirle, escuchar su palabra, aprender de su testimonio coherente y fiel, predicar la verdad del amor de Dios que llama al amor compasivo a los hermanos. Fue la comunidad quien anunció que Cristo había resucitado, pero es que fue en comunidad como los primeros testigos de la resurrección descubrieron la vida nueva de su maestro y Señor. Solo en comunidad podremos experimentar la verdad que Cristo significa y la vida nueva que Él nos comunica.

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA

COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA

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