DOMINGO 19 DE FEBRERO: VII DE TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

 
La blancura inmaculada, la elevación hacia el cielo y el descenso del cielo sobre la tierra que lo busca, la luz que lo señala y deja espacio a las sombras. Solo Dios es perfecto y su perfección no es fría, inamovible e inaccesible, que se hace abrazo en el perdón y sonrisa en el encuentro. La santidad de Dios, como el sol sobre las cumbres, o la luz que resplandece en la nieve, brilla en el amor, es cercana en la bondad y la ternura de sus hijos.

LECTURAS

  • Levítico (19,1-2.17-18)
  • Sal 102,1-2.3-4.8.10.12-13
  • Corintios (3,16-23)
  • Mateo (5,38-48)

En la tensión ascendente de la propuesta ética de Jesús, es el amor el que culmina, atrae y da sentido a todos los valores, preceptos e ideales. El Antiguo Testamento ya conocía esa centralidad del amor al hermano como principal norma religiosa, pero Jesús aún la radicaliza la darle proyección universal, no se trata solo del amor a los próximos, sino de la generosa apertura a todos, hasta a los enemigos, aunque no sean de tu pueblo, de tu familia, de tu sangre. El horizonte último es la santidad misma de Dios, su perfección, pero, siendo esta inalcanzable, será la constancia en buscarla y la perseverancia en no perderla de vista, lo que nosotros podemos pretender, y en ello habremos de esforzarnos por el bien de esta empresa irrepetible que es la vida.

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA

COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA





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