LECTURAS
- Isaías (8,23b–9,3)
- Sal 26,1.4.13-14
- I Corintios (1,10-13.17)
- Mateo (4,12-23)
La llamada de Jesús, sin suponer nada imposible, sí que genera un movimiento de salida, nos empuja más allá de nuestras comodidades y perezas. No podemos pensar que seguir a Jesús deje todas las cosas y las rutas de nuestra vida intactas. La vocación implica empeño, dedicación y una constante superación. A cambio, nos revierte la grata experiencia de tener una misión que cumplir. Frente a la visión fatalista o determinista de la vida, contra el conformismo y la apatía, sentirse llamado por Jesús convierte nuestro tiempo y nuestras decisiones en una historia de la que nosotros somos protagonistas y no meros juguetes del destino. Si, como los discípulos, creemos que es Jesús quién nos ha llamado y nos ha enrolado en su propia misión de anunciar el Evangelio, tenemos una gran oportunidad de compartir con Él la gracia de ser portadores del proyecto divino de vida en abundancia, de sentido y de plenitud. Pero, hay que ponerse en camino y estar dispuestos a rebasar nuestras propias fronteras que nos limitan y encierran. Hay horizonte hacia el que caminar, hay una meta que nos espera, contamos con un fiel guía que nos acompaña... lo demás, queda de nuestra cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario