DOMINGO 31 DE JULIO: XVIII DE TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

La esperanza en la vida eterna no nos aleja de las necesidades materiales, ni nos sitúa de espaldas a la urgencia de proveer las necesidades perentorias de los hermanos que carecen de lo mínimo para vivir con dignidad. Muy al contrario, la mirada hacia el horizonte que trasciende las riquezas de este mundo, permite colocar esas riquezas en su justa medida y su único sentido: la caridad y la fraternidad.


LECTURAS

No debiera ser necesario estar en trance de muerte para aprender esta lección de sabiduría vital, de hecho, para vivir de verdad es menester aprenderla lo antes posible: no nos llevamos nada, todo cuanto somos es lo que perdurará; lo que tenemos, lo dejaremos; lo que dimos con generosidad y amor, será lo único que perivirá en el fondo inmenso de la misericoridia que es Dios. Por esta verdad esencial de la relatividad de todo lo lo que se compra y vende, no despreciamos lo material, sino que le hemos encontrado su justo fin: vivir con dignidad, pero vivir "todos" con dignidad, por lo que compartir y generosamente prestar ayuda a quien la necesita, forma parte del sentido de lo que tenemos y lo que sabemos, lo que podemos hacer y lo que debemos aprender a poner en práctica.

No se trata de una resignada aceptación de nuestra naturaleza contingente, pasajera, sino la gozosa experiencia de que lo que pasa y muere tiene algo que lo trasciende y lo llena de contenido, al amor hecho fraternidad. Y, lo mejor es que para aprenderlo y experimentarlo no hace falta morir, sino vivir con amor para que la muerte no se lleve más que lo suyo, lo que no puede pevivir. Pero, por al amor y la generosidad, viviremos día a día lo que vence a la muerte en Aquél que nos da la vida.


COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA


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