LECTURAS
- Génesis (18,1-10a)
- Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5
- Colosenses (1,24-28)
- Lucas (10, 38-42)
Dicen los que hacen estadísticas, que el aspecto de la Iglesia que mayor credibilidad concita en nuestra sociedad, es Cáritas y toda la dimensión social de la caridad cristiana. No es de extrañar, pues el amor y la solidaridad todavía despiertan admiración y reconocimiento. Como tampoco es ninguna sorpresa que la comunidad creyente siempre cuente con tiempo, recursos y cariño para socorrer y acoger al que nos necesita, pues nos va en ello la fidelidad a la enseñanza y el ejemplo de nuestro Señor. Pero, aquél que recorrió los caminos y aldeas de Galilea predicando las bienaventuranzas y la prioridad del amor, así como curando a los enfermos y practicando con su propia vida el arte de la acogida generosa a todas las personas, también enseñó y dio ejemplo de la importancia de la oración. Y así, en Jesús, Marta y María estaban unidas. Para que la fe se haga vida y la vida se dé generosamente en amor, hay que cultivar las fecundas tierras del espíritu, habitar nuestra casa interior para encontrar en ella al Amado que al amor nos llama. La espiritualidad es hoy más necesaria que nunca, pues andamos dispersos, agobiados y un tanto vacíos. Aprovechemos este tiempo del verano para encontrar momentos y lugares de silencio, contemplación y quietud. Quedémonos con la mejor parte de la vida, que es la que se da porque, antes, se ha sabido atesorar con gratitud y gratuidad.
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