DOMINGO 8 DE MAYO: IV DE PASCUA (CICLO C)

 

En el evangelio de Juan el verbo "conocer" hace referencia a algo más amplio y profundo que saber o tener noticia de algo o alguien. Conocer a Jesús es seguirle y amarle, compartir su misión de anunciar el Reino y sentirse enviado por Él a comunicar al mundo que es posible la fraternidad. Y que Jesús, como Buen Pastor, nos conozca, revierte en nuestra propia identidad, nos devuelve nuestra condición de hijos y hermanos. Esta relación entre Jesús y sus discípulos, entre el pastor y su rebaño, desborda la mera pertenencia institucional y cala en lo más profundo de nuestro ser creyentes, hasta llegar a la médula de la ve: vivir en comunión con Dios.

LECTURAS

  • Hechos de los apóstoles (13,14.43-52)
  • Sal 99,2.3.5
  • Apocalipsis (7,9.14b-17)
  • Juan (10,27-30)

Claro que la Iglesia tiene una dimensión organizativa, institucional, pero, sobre todo, es una comunión de hermandad con Jesús y entre todos los que le seguimos como sus discípulos. La espiritualidad cristiana, la que se centra en el modo de ver a Dios que Jesús nos comunica (Dios Padre, Dios comunidad de relación e intimidad afectiva) y en la relación con Él que Jesús facilita (filiación, misión y compromiso) debe ser el fundamento de nuestra pertenencia a la Iglesia. Luego vendrán los ministerios, y el derecho canónico, y la estructura pastoral de la Iglesia, pero antes y por encima de todo, estará la fraternidad entre nosotros y la vivencia honda de nuestra familiaridad con Dios. Sin esta espiritualidad de convivencia y corresponsabilidad, la Iglesia pierde su alma y se vacía de sentido. Por eso, la llamada del papa a recuperar la experiencia "sinodal", es también una ocasión para ir al fondo y al centro de nuestro ser Iglesia, hijos de Dios y hermanos en camino.

HOJA DOMINICAL DIOCESANA

COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA

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