LECTURAS
- Isaías (6,1-2a.3-8)
- Sal 137
- Corintios (15,1-11)
- Lucas (5,1-11)
No es preciso ser pesimista o fatalista para reconocer que vivimos tiempos de grandes pesadumbres, que son muchos los que padecemos agobios, ansiedad, cansancio, desánimo, desorientación... Tampoco es razón suficiente para juzgar nuestro tiempo, nuestra cultura, como peor o sin remedio. Pero las cosas son como son y si gastamos sinceridad habremos de reconocer, aunque él lo explicaba de otra manera, lo que Freud llamaba "el malestar de la cultura". Nuestro malestar no es por la culpa, no son tiempos precisamente aquejados de complejo de culpabilidad. Se trata más bien del amontonamiento de ocupaciones, preocupaciones y entretenimiento, pero, al mismto tiempo, soledades incurables, pérdida del gusto (y no por la COVID) y hastío acumulativo. Síntomas de una pesca infructuosa y una situación sin salida. Es justo la situación propicia para reconocer la autoridad de la voz de Jesús y el atractivo esperanzador de su invitación: "ser pescador de hombres", recuperar la humanidad que está en el fondo de nosotros mismos, a veces demasiado al fondo, sepultada en una fosa marina donde pocas veces buceamos porque andamos muy estresados y, cuando no lo estamos, necesitamos evadirnos y no estamos para grandes inmersiones. La vida de Jesús, su fe en el proyecto de Dios, que le lleva también a tener una fe inquebrantable en ese fondo de humanidad que se nos escapa, se presenta a nuestra vera y nos requiere para vivir de verdad y dar vida como única forma de ser libres y fecundos. Bien merece la pena que venzamos el miedo y las excusas para volver a echar las redes.
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