LECTURAS
- Deuteronomio (6,2-6)
- Sal 17
- Hebreos (7,23-28)
- Marcos (12,28b-34)
No, no estamos lejos del Reino de Dios, lo sabemos en nuestro interior, siempre lo supimos. Siempre conocimos la dirección indicada, la que conduce con seguridad a la meta, nos la recuerda nuestra voz interior todos los días: amar, amar a Dios, amar a nuestros hermanos. Lo sabíamos pero mil y una obsesión, despistes y equivocadas absolutizaciones de lo que no tenía importancia, nos impidió seguir esa dirección. Y eso que Jesús nos la recuerda una y otra vez, con su palabra y, sobre todo con su vida. Y mira que tamibén nos no ponen de manifiesto los múltiples testimonios de bondad y generosidad que recibimos de una inmensa multitud de testigos que nos rodean. Será cosa de que volvamos a mirar justo en frente de nuestros ojos la dirección que lleva a la plenitud y que la retomemeos cuantas veces la perdamos. No hay otra cosa que merezca más la pena, solo así encontraremos la felicidad y haremos felices a los demás. Esas consideraciones que nos apesadumbran y que nos enfadan con nosotros mismos y los que nos rodean, muchas veces solo son empedernidos extravíos de la verdadera dirección. Amar, solo amar; siempre amar.
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