LECTURAS
- Jeremías (23,1-6)
- Salmo 22
- Efesios (2,13-18)
- Marcos (6,30-34)
El activismo es mal consejero. Las acciones más duraderas, las que transforman la realidad y a las personas que participan en ellas, deben ser programadas, acompañadas, revisadas y, con la debida gratitud siempre merecida por Dios, celebradas en comunidad. Jesús es un buen maestro, guía espiritual, que entiende su misión en equipo, cuenta con otros para hacerla realidad y los capacita para que le puedan ayudar. Es la Iglesia comunidad de seguidores de Jesús y colaboradores en su tarea de anunciar el Evangelio. Son muchos los objetivos y desempeños que la misión común de la evangelización suscita en la comunidad cristiana: catequesis, liturgia acción socio - caritativa, formación... y todas ellas requieren el acompañamiento y la común celebración de lo que el Espíritu de Jesucristo va gestando y haciendo germinar. Los presbíteros y diáconos acompañan a las parroquias, pero también son necesarios laicos que asumen responsabilidades de servicio y coordinación, acompañando ellos también a sus grupos. Y luego, cada cristiano que se quiera misionero, para anunciar el Evangelio en su entorno, en la familia, el trabajo y las relaciones sociales, deberá ser también acopañante de aquellos a los que quiere presentar la novedad del Reino de Dios. No es de extrañar que el pasado Congreso de Laicos (Puebo de Dios en salida, 2020) propusiera como una de las líneas prioritarias para el laicado el acompañamiento de todos los fieles con todos y de Cristo, Buen Pastor, para todos.
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