LECTURAS
- Amós (7,12-15)
- Sal 84
- Efesios (1,3-14)
- Marcos (6,7-13)
Cuando la Iglesia pasó, en el siglo IV, de minoritaria y perseguida a oficial y hegemónica, las casas donde se reunían las comunidades se cambiaron por basílicas. Aún hoy, en plena crisis de decrecimiento, todavía las comunidades parroquiales responden a necesidades cultuales, formativas y sociales de muchas personas y requieren un nivel de complejidad que no parece ser fiel al ideal de simplicidad con el que Jesús enviaba a sus apóstoles a misionar. Es la crisis que conociera San Francisco de Asis cuando su grupo de mendicantes creció de tal manera que sus exigencias desbordaban el modelo que el "poverello" encarnó en su vida y con el que soñaba para toda la Iglesia. Pero, aun cuando no sea literalmente "sin faja ni alforjas, con una túnica y un par de sandalias", la idea itinerante, móvil y servicial sigue siendo la misma. Hay que acercar con proximidad, encuentro y acogida las felices consecuencias de Evangelio (curación, liberación, fraternidad) a quienes más las necesitan. Y para ello, tendremos que pasar de la pastoral estática a la que se mezca con la vida, de la organización burocrática a la flexibilidad que sabe adaptarse a las necesidades de nuestros interlocutores, pasar de la dependencia de un único ministerio (el de los clérigos) a la diversidad de servicios que los carismas bautismales favorecen. Así debemos intentarlo y así nos lo proponían las líneas programáticas del papa en su "Evangelii gaudium" y el resto de su magisterio, hasta llegar a la reciente convocatoria de un sínodo de obispos sobre el carácter colegial (sinodal) de la Iglesia y de la misión. En ello está el papa, intentaremos también ponernos en esa dirección.
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