LECTURAS
- Ezequiel (2,2-5)
- Sal 122
- II Pablo a los Corintios (12,7b-10)
- Marcos (6,1-6)
La fe cristiana es una experiencia comunitaria. Hay un momento para la soledad y el silencio, para el desierto y la contemplación, un momento necesario y que debe ser recurrente, Jesús lo buscaba todos los días. Pero del desierto Jesús salió en busca de los hombres y mujeres de su tiempo, que vivían en los pueblos y las ciudades, que tenían problemas reales y necesidades primarias, acuciantes, inmediatas. En ese mundo de relaciones que van de la familia al vecindario, se tejían los significados, valores y también prejuicios, miedos y reacciones excluyentes. Pero, con sus glorias y miserias, es en ese mundo pequeño y cálido, donde Jesús desarrolla su misión. Y, como también es el mundo de las costumbres y las pequeñeces convertidas en límites infranqueables, Jesús padecerá la incomprensión y la dureza de corazón que a veces se nos pega al alma y que son tan poderosas en los círculos cerrados. Pero aún con esas, sin hacer milagros, rechazado por el miedo a lo novedoso, Jesús no ha rehuido la inmersión en su ambiente originario, les ha acercado la fuerza de Dios que nos hará vencer tantos impedimentos para crecer en comprensión, acogida y conversión. Por eso mismo, tendremos que volver una y otra vez a pronunciar la verdad novedosa del Evangelio para que sacuda nuestras inercias y perezas. Nuestras catequesis, formación, oraciones y celebraciones deberán sortear el riesgo de la rutina y abrirse a la incomodidad del cambio y los descubrimientos, seguro que, al final, también "en casa", resonará con ilusionantes sugerencias el verbo que hace nuevas todas las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario