DOMINGO 27 DE JUNIO: XIII DE TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

Quien anduviera por los pasillos de aquél cementerio subterráneo en el s. III, hoy conocido como las Catacumbas de Pedro y Marcelino,  difícilmente podría identificar esta escena pintada en la pared. Pero si era un cristiano, sabría que se trataba de una alusión a un pasaje de los evangelios, la curación de la hemorroisa. Este anonimato le convenía a los cristianos que sufrían persecución, pero también concordaba con el meollo del episodio evangélico sobre una mujer anónima, perdida entre la multitud, que se atreve a tocar la orla del manto de Jesús para que su fuerza le cure. Pero a Jesús no le pasa inadvertido el gesto, porque para él nadie es anónimo, todos somos importantes y destinatarios de su propuesta de salvación.

LECTURAS

  • Sabiduría (1,13-15;2,23-24)
  • Salmo 29
  • II Corintios (8,7.9.13-15)
  • Marcos (5,21-43)

Señor Jesús, maestro de Nazaret, comunicador de la sabiduría que da vida y de la salud plena que todos necesitamos, mensajero de Dios y Dios que se nos entrega en tus palabras, tus acciones y tu destino: entre las multitudes que no te conocen, nos acercamos a ti para que nos cures y nos orientes hacia la verdad eterna. Y si no podemos llegar a ti, porque vamos dispersos y confundidos, eres Tú el que llegas hasta nosotros, el que nos visita y pone en pie nuestra dignidad de hijos de Dios, nuestro ánimo para seguir el camino hasta las moradas de la vida sin merma. No quisiéramos perdernos este encuentro, sea por nuestra propia iniciativa de aproximarnos a ti, sea por tu generosa entrada en nuestra casa. Pero como son tantas las distracciones, las preocupaciones y los miedos, queremos imitar a aquella mujer que tocó tu mano, a aquél padre que te buscó para que fueras donde su hija adolecía de muerte. Mas también deseamos darte a conocer, publicar la vida nueva que brota de ti, contarle a las multitudes el sentido que tú generas en las vidas de los que te siguen. Con la ayuda de tu Espíritu intentaremos, al menos, evitar ser un estorbo que dificulte el acceso hasta tu persona de aquellos que te necesitan. No permitas que nuestras incoherencias y las torpes sustituciones de tu Evangelio por nuestras ideas, costumbres y normas, nos conviertan en obstáculos para que los hombres, mis hermanos, lleguen a conocerte y saborear de la dicha del Reino de Dios. Y si no lo consiguiéramos, volveremos, con la acuciante urgencia del que se juega la vida, a rozar siquiera tu impronta divina, porque aunque sabemos que no somos dignos de que entres en nuestra casa... "una palabra tuya bastará para sanarnos".

LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: DOS MUJERES ENTRE UNA GRAN MULTITUD

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