LECTURAS
- Dt 4,32-34.39-40
- Salmo 32
- Rm 8,14-17
- Mt 28,16-20
Cuando Cristo compartió con nosotros su íntima comunión con Dios nos ayudó a descubrir y experimentar que Dios es relación, diálogo, implicación e interdependencia. Más allá de las elucubraciones filosóficas y teológicas, sentimos a Dios como una conversación amistosa, una entrañable comunicación que nos incluye y nos acoge. No un algo, sino alguien muy cercano y conocido; no un ser, sino un rostro, un tú en mutua reciprocidad con nuestra toma de conciencia de quienes somos y por qué no podemos limitarnos a la individualidad cerrada sobre sí misma. Y por eso oramos, y por eso lo que creemos es en el amor y es la solidaridad donde mejor se expresa y alimenta.
El día en el que como Iglesia proclamos lo que todos los días susurramos al santiguarnos, "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", es también la jornada en la que damos gracias por las vidas de nuestros hermanos y hermanas contemplativas. Al tiempo que, por nuestra parte, nos comprometemos a cuidar más y ser más constantes en nuestra vida orante. "Tratar de amistad con quien bien nos quiere", decía Santa Teresa que era la oración. Y es en ese trato donde nos conocemos mejor, discernimos lo esencial para anteponerlo a tantas cosas secundarias, y comprendemos meridianamente cuál es nuestra misión. Merece la pena que esta conversación no se apague, porque en ello nos va la más honda identidad de quienes somos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario