El Baustimo de Jesús, como el nuestro, es solo una estación, ni siquiera es el verdadero origen de nuestro itinerario cristiano, pues antes vienen otras paradas que empiezan incluso antes de nacer, cuando las familias deciden como educar a los hijos. Pero es una nudo de comunicaciones muy importante, por ahí pasa la línea circular de la relación de Dios con la persona, también la de la pertenencia a la Iglesia como miembros de pleno derecho en ingualdad de dignidad a todos los cristianos, y está el recorrido de los siete sacramentos, y la línea de la misión de los cristianos en el mundo... como se ve, una tupida red de direcciones, todas complementarias e intercomunicadas.
LECTURAS
- Isaías (42,1-4.6-7)
- Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
- Hechos de los Apóstoles (10,34-38)
- Marcos (1,7-11)
Solo el Padre puede decirnos quién es el Hijo, sólo el Padre puede confirmarle a Jesús que él es el Hijo. Del mismo modo que conociendo la verdadera identidad de Jesús, el Bautista encuentra su propia identidad ("yo no soy el mesías, ni Elías, ni el profeta") cada uno de nosotros encontramos en Jesús las pistas para descubrirnos e identificar nuestra misión. Y esa claridad con la que el Hijo nos devuelve nuestro verdadero rostro, el nombre más profundo y el sentido de nuestras horas, le viene de su conciencia de proximidad y complicidad con el Padre. Los seguidores de Cristo nos bautizamos con Él en la íntima confianza que da ser hijos, ser amados del Padre.
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