Hasta en el agua dejan huellas los buscadores de la verdad que da vida, de la etenidad que se hace accesible en lo pequeño, débil y cotidiano. En tiempos de populismos nacionalistas y xenófobos, racistas y supremacistas, reconocer que todos venimos de África, que Jesús era judío, que el Reino desbordó los límites de la ley y el amor los de todos los prejuicios, puede ayudarnos a recuperar la fraternidad universal, esa que el papa predica en Fratelli tutti y que Cristo supuso, como luz de los pueblos para todos los que acogen su Evangelio.
LECTURAS
- Isaías (60,1-6)
- Sal 71
- Efesios (3,2-3a.5-6)
- Mateo (2,1-12)
Visibilidad, que no publicidad ni ostentación, la Epifanía del Señor pone a la vista que lo que trae de parte de Dios no es un secreto inaccesible, sino una pública oferta de salvación. Por eso no se quedó Jesús en el desierto, sino que se acercó, por los caminos de Galilea y las calles de pueblos y ciudades, a todos los que quisieran escuchar que Dios es Padre, que nos ama y, por eso mismo, nos pide para con los otros un trato de fraternidad. Las lacras del racismo y la xenofobia, a costa del olvido de que todos fuimos emigrantes y de que la Tierra es de todos, amenaza nuestra verdadera humanidad, además de poner en peligro la justicia, la solidaridad y el necesario enriquecimiento que aporta el encuentro de los pueblos. Por eso, hoy más que nunca la estrella que debe guiar nuestros pasos y adoración del Dios que se ha hecho visible en Jesús de Nazaret, deben pasar por tender lazos de fraternidad y evitar la tentación de los sentimientos y expresiones exclusivistas e inhospitalarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario