DOMINGO 31 DE ENERO: IV DEL TIEMPO ORDINARIO

El tilo, con su flor curativa y la sombra, que no lo es menos cuando hace calor. Frescura que nace de la tierra y cae del cielo, que se convierte en bienestar y proporcional sosiego. ¿Será así nuestra fe y la presencia de la Iglesia en el mundo, curativa y benefactora? A ello debemos aplicarnos si, como Jesús queremos ser evangelizadores, pero como Él lo era, sanador y restaurador de la bondad de la vida que tan bien nos habla Dios.

LECTURAS

  • Deuteronomio (18,15-20)
  • Sal 94,1.2.6-7.8-9
  • Corintios (7,32-35)
  • Marcos (1,21-28)

Que los espíritus inmundos conozcan la verdadera identidad de Jesús y el efecto liberador de su misión, sugiere que la evangelización, el compromiso cristiano, le vida coherente con la fe son efectivas, tienen consecuencias. La palabra que Cristo nos trae y que Él mismo es, desencadena una fuerza de libertad espiritual que transforma las condiciones de la vida de aquellos que la poseen y de cuantos se benefician de ella. Por eso, la injusticia, la mentira, la superficialidad y cualquier otra forma de encadenamiento y negación de la dignidad de los hijos de Dios se remueven ante la presencia y la acción del amor hecho denuncia, solidaridad y profunda compasión.

Y esta es la autoridad de la fe. No la de una roca inamovible, no es la autoridad del rayo que cae fulminante del cielo. Es la autoridad curativa y revitalizadora, que por ser vida está en movimiento y no se deja apresar por las seguidades inconmovibles. Para expulsar el mal y sanar hay que tener compasión y cercanía con aquellos a quienes quieres servir con la verdad del Evangelio, la verdad autorizada que no autoritaria de Jesús. Frente a quienes confunden creer con estar en posesión de la verdad, la predicación del Reino de Dios que hace Jesús en Galilea es antes acción que palabras, es más amor que prepotencia. Este es el manual de la misión y el magisterio del creyente, aquí está la fuerza de la Iglesia y su mejor carta de presentación: obras son amores...

Con motivo de la Presentación del Señor (2 de febrero, la candelaria) la Iglesia da gracias a Dios por la vida religiosa, por las mujeres y hombres que de manera integral y para toda la vida se han entregado al servicio de Dios. Esta entrega la verifican con la autoridad de los hechos, del testimonio de sus propias vidas entre los pobres, los enfermos, en la educación o la atención a los privados de libertad... Aquí en nuestra parroquia contamos con la presencia iluminadora de las Apostólicas del Corazón de Jesús, por las que oramos y con las que compartimos la vida de fe, caridad y esperanza. Pedimos al Espíritu que suscite, aliente y acompañe nuevas vocaciones a la vida consagrada.

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