LECTURAS
- Isaías (52,7-10)
- Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6
- Hebreos (1,1-6)
- Juan (1,1-18)
Sí, de muchas maneras y en diferentes épocas, habló Dios a la humanidad. Pero ahora es la definitiva -que no la última, porque Dios no deja de hablarnos- pues lo ha hecho en la realidad humana del hombre Jesús de Nazaret, en la que se encarna la Palabra creadora y reveladora por la que el Padre nos hace llegar su deseo de comunión con nosotros: "Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros". El prólogo de San Juan traza la línea descendente que va de Dios a la carne y la historia. Y Cristo, cercanía y transparencia de lo divino, recorre esa línea para ayudarnos a que nosotros la podamos, a nuestro tiempo, remontar en sentido ascendente, de la materialiad y el tiempo a la plenitud eterna: "les da el poder de ser hijos de Dios". Cada Navidad es para los creyentes una ocasión para retomar el empeño de ascender por la vía de la humildad y el abajamiento, por la escala del servicio y la fraternidad. Un recorrido que supone tomar partido por la luz frente a las tinieblas, por la acogida y la vida frente a la soledad y la muerte.
Celebrar la Navidad con fe en lo que Jesucristo nos alcanza con su vida, muerte y resurrección, debiera ser renovar nuestra esperanza de que cada uno y todos juntos, podemos encarnar en nuestras historias compartidas el deseo divino de compartir con nosotros su caridad infinita y la propuesta, no menos divina, de que nos reencontremos como hermanos y, como tales, nos cuidemos, respetemos y socorramos. Es, por tanto, la Navidad, una ilusionante apuesta por el día de mañana que hoy hemos de adelantar. La apuesta decidida y comprometida por un mundo sin excluidos, por unas ciudades sin asentamientos de personas sin hogar, por una relación respetuosa con la naturaleza y un fortalecido interés por la espiritualidad que necesitamos para conseguir todo lo demás.
Pedimos a Dios para que la alegría esperanzadora de una nueva humanidad, "nacida de Dios", haga posible en nuestro mundo y en la hora presente los dones de la paz y la fraternidad. Así lo pedimos para todos los pueblos de la tierra, convencidos de que somos "todos hermanos".
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