La solidaridad expresa concretamente el amor por el otro, no como un sentimiento vago, sino como «determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos». La solidaridad nos ayuda a ver al otro —entendido como persona o, en sentido más amplio, como pueblo o nación— no como una estadística, o un medio para ser explotado y luego desechado cuando ya no es útil, sino como nuestro prójimo, compañero de camino, llamado a participar, como nosotros, en el banquete de la vida al que todos están invitados igualmente por Dios. (Mensaje para la LIV Jornada Mundial de la Paz)
- Números (6,22-27)
- Sal 66
- Gálatas (4,4-7)
- Lucas (2,16-21)
¿Qué encontraron los pastores cuando llegaron a Belén? A un niño acostado en un pesebre, a una madre y un padre con él. Encontraron, en medio de la pobreza, cuidado, cariño, protección, atención, ternura... y es ahí donde el ángel les dijo que encontrarían al salvador que le había nacido al mundo. A veces pensamos en la la solidaridad como una gesta heroica, en la encarnación de Dios como un milagro refulgente, en la fe como una extraordinaria y original peculiaridad que nos hace especiales. Pero Dios se hizo humanidad con sencillez, nació el hijo de Dios como debieran nacer todos los niños, rodeado de amor; y Santa María, madre de Dios, lo es empezando por hacer lo que toda madre y todo padre deben hacer: cuidar.
El papa Francisco nos propone para esta Jornada Mundial de la paz una "brújula" de principios personales y sociales:
- El cuidado como promoción de la dignidad y de los derechos de la persona
- El cuidado del bien común.
- El cuidado mediante la solidaridad.
- El cuidado y la protección de la Creación.
Cuatro puntos cardinales para que el mundo entero, la humanidad unida, se oriente hacia la paz. Y para conseguirlo propone a los cristianos que vivamos y compartamos nuestra visión de Dios como creador y cuidador, de Jesús como entregado al cuidado de los más débiles, de los seguidores de Cristo que pusieron la caridad en el centro de su vida comunitaria. Y junto a todo ello, nos recuerda el Evangelio, María guarda cada detalle en su corazón para que no se pierda nada de lo que Dios ha hecho realidad en su Hijo Jesucristo con la aportación de ella misma y de todos los que se convertirán en discípulos suyos.
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