Domingo 11 de octubre: XXVIII de Tiempo Ordinario (Ciclo A)

 

La encíclica del papa Francisco, Fratelli tutti, vuelve a poner en el centro de las preocupaciones de la Iglesia  y de todo cristiano, la fraternidad universal, la cooperación entre los pueblos, el compromiso por la la justicia y la defensa de la promoción integral de las personas. Como ya hiciera en su tiempo san Francisco de Así, esta insistencia en la solidaridad, la caridad y el amor al hermano son, ni más ni menos que la vuelta  al Evangelio puro, el que está por encima de todas las demás normas, reglamentos y costumbres que también forman parte de la Iglesia, pero solo después y al servicio de ese mensaje fraternal de Cristo.

LECTURAS

  • Isaías (25,6-10a)
  • Sal 22, 1-6
  • Filipenses (4,12-14.19-20)
  • Mateo (22,1-14)

Aparte de los aspectos truculentos de la cólera del rey despechado, propios del género apocalíptico y de las imágenes literarias, el evangelio de hoy vuelve a insistirnos en que merece la pena aprovechar la generosidad en oportunidades que Dios derrocha a lo largo de toda nuestra vida. Oportunidades que debiéramos saber reconocer, aprender a discernir, atrevernos a apostar por ellas y, siempre, agradecerlas como anticipo de las promesas de Dios. Invitación gratuita, pero no exenta de sacrificios y esfuerzos, pero empleados en nosotros mismos, en desarrollar nuestras capacidades de escucha, autoconocimiento, constancia y decisión. El pago por tan extraordinaria elección por parte de Dios no es algo de lo que desprendernos sino mucho que incorporar y revestir con ello nuestra dignidad de hijos de Dios, que es el requisito imprescindible con el que ya contamos de partida. Y en cualquier caso, bajo cualquier condición... el Señor es mi pastor, que desde luego es toda una garantía.

La encíclica del papa Francisco, Fratelli tutti, firmada en Asís el pasado 3 de octubre, la víspera de la fiesta de san Francisco, puede servir de línea motivadora y criterio de aplicación para la acogida y la comunicación de esta invitación universal que el Padre Dios hace a toda la humanidad. El trabajo por la justicia, la defensa de la dignidad de todas las personas contra cualquier tipo de explotación y la solidaridad activa con los más pobres son los apellidos actuales de la fraternidad cristiana. Acoger esta sugerencia que nos hace hoy el papa sería un buen modo de aceptar también esa llamada para formar parte del convite que Dios dispone para todos sus hijos, todos hermanos.

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