Domingo 4 de octubre: XXVII de Tiempo Ordinario. San Francisco de Asis

 

En la basílica de Asís, Cimabue pintó (1278 - 1280), franqueando una imagen sedente de la Virgen con el niño, este san Francisco de Asís. Mansedumbre en el rostro; determinación (mano izquierda) y serena confianza (mano derecha) en la Palabra de Dios representada por el libro al que se agarra el pobre de Asís; compromiso y coherencia en los estigmas que muestran las manos y el costado. El amigo de Jesús que fue Francisco nos enseña que trabajar en la viña del Reino es arriesgado, exige entrega, pero también otorga los ansiados frutos de la paz interior, la alegría del servicio y la esperanza a pesar de las dificultades.

LECTURAS

  • Isaías (5,1-7)
  • Sal 79,9.12.13-14.15-16.19-20
  • Filipenses (4,6-9)
  • Mateo (21,33-43)

El que tenía una viña era nuestro amigo; el que tiene una viña, parcela de eternidad y fraternidad es el amigo bueno que cuida, acompaña y, con su Santo Espíritu, provee de cuantos recursos y carismas necesita su pueblo para cada tiempo de la historia. Los que éramos una viña, porción querida de su corazón, hacienda bien trabajada por su dueño, hasta el mimo y la condescendencia, somos nosotros, cada uno y todos. ¿Cómo le íbamos a fallar a quien con tanto amor y consideración nos trata? ¿Cómo nos íbamos a hacer daño a nosotros mismos, renunciando a los efectos beneficiosos hasta la plenitud, que son sus cuidados? ¿Nos perderíamos esta oferta de vida que no tiene rival? Responderemos, pues con generosidad y responsabilidad, haremos la parte que nos toca, participando en las tareas, cada uno con algún compromiso y todos con la misma y única misión de toda su Iglesia: vivir el Evangelio, que es lo mismo que anunciarlo.

Este domingo ha coincidido con la memoria de San Francisco de Asís. Un buen ejemplo de lo que es trabajar en la viña del Señor y uno de los mejores testimonios de que merece lo que cuesta este empleo de servidores del Evangelio y cuidadores del santo Pueblo de Dios, especialmente de los que más necesitan esos cuidados, los pobres, los enfermos, los emigrantes y refugiados... Al que los franciscanos llaman "nuestro seráfico padre" nos encomendamos para que nos inspire y aliente en las labores de la evangelización, el acompañamiento de las comunidades y el servicio a los más necesitados. De paso felicitamos a toda la familia franciscana presente en la diócesis de Albacete.

LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: DIOS DE LOS CUIDADOS

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