Temporeros protestan el Albacete por el confinamiento ante un brote de COVID19
Este domingo 19 de julio, ante las medidas de confinamiento por un brote de COVID19 en el asentamiento de la carretera de las Peñas, en la antigua nave de Cereales Saltó, un grupo de subsaharianos ha roto el aislamiento y ha protestado cortando el tráfico de la Circunvalación. Más allá de la necesidad de tomar medidas sanitarias que eviten el contagio, medidas necesarias que todos debemos adoptar, obedecer y apoyar, este incidente pone de manifiesto una realidad injusta y gravísima desde el punto de vista social y humanitario.
Antes o después tenía que ocurrir, la falta de una respuesta a las necesidades de vivienda para tantos inmigrantes, que viven hacinados en asentamientos sin condiciones de salubridad, tenían que desbordar los límites de lo ignorado por todos y hacernos mirar la falta de humanidad, equidad y solidaridad que hemos demostrado durante demasiado años.
Muchos de estos temporeros son los que sacan adelante las campañas de recogida de productos agrarios imprescindibles para nuestra economía. Otros están buscando trabajo. Pero todos son personas y su dignidad debía ser atendida so pena de perder la nuestra por no hacerlo. En primer lugar las autoridades municipales, provinciales y autonómicas son responsables de ofrecer recursos, organizar planes de acogida y atención efectivos. Pero, en lugar de eso se han limitado a dejar que diferentes entidades de voluntariado social, entre las cuales se encuentran también algunas católicas, como el Cotolengo, o Justicia y Paz, o la Delegación de Migraciones, dieran alimentos, mantas o prestaran un servicio de lavandería. Buenas y necesarias acciones, pero insuficientes cuando se vive a la intemperie, entre ratas y rodeados de basura. Todos somos responsables, claro que sí, también tú que lees estas líneas y yo que las escribo, pero quienes tienen el deber legal de ofrecer respuestas y soluciones han hecho dejación de su responsabilidad política.
Alguien paga sin contrato a estros trabajadores y no les garantiza la vivienda; alguien no supervisa las mafias que los llevan y traen; algunos sindicatos tendrán que intensificar su tarea de vigilancia y denuncia; algunos políticos debería abordar la situación con la gravedad y complejidad que supone y no alentar el miedo y el rechazo.
En cualquier caso, los que somos cristianos debemos intentar por todos los medios evitar el racismo, la xenofobia y la insolidaridad que pueden fermentar al calor de la inmediatez de los hechos. Con una mirada reflexiva y cordial, descubriremos cuantas situaciones de pobreza y explotación están por debajo de estas reacciones e intentaremos colaborar para hallar entre todos soluciones, pero sin caer nunca en posiciones que nieguen la común humanidad que nos une a todos.
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