Domingo 26 de julio: XVII de Tiempo Ordinario (Ciclo A)

No es una película de Indiana Jones, sino la vida misma: no se encuentra lo que no se busca; cuanto más cuesta encontrarlo más se disfruta hallándolo. Escondido pero no inalcanzable, el Reino de Dios y sus añadiduras bien merece la pena buscarlos.

LECTURAS

  • Reyes (3,5.7-12)
  • Sal 118,57.72.76-77.127-128.129-130
  • Romanos (8,28-30)
  • Mateo (13,44-52)
"A los que aman a Dios, todo les sirve para el bien" (Rm 8,28), esa es una de las perlas más valiosas del tesoro escondido, una de las joyas de la corona prometida para quienes encuentran ese tesoro. Más allá de moralismos castrantes, de legalismos reduccionistas, de formalismos huecos, el amor escruta y halla la buena dirección, encamina los pasos hacia el horizonte más pleno y la meta segura, Dios como sumo bien, el amor como culto a Dios. 
El esfuerzo y los sacrificios que exige este tesoro bien merecidos están, porque será sobradamente recompensados. ¡Qué alivio vivir lo que se cree, decir lo que es justo, predicar lo que sana los corazones rotos! Quien encuentra este tesoro, porque con ahínco lo ha buscado y ha empeñado en ello los mejores recursos de su persona, tendrán esa brújula milagrosa, vara de zahorí, que permite vislumbrar siempre, por debajo de la hojarasca de apariencias y difamaciones el rumbo certero de hacer bien con todo lo que se hace, ser curativo con lo que se dice. 
Las parábolas de Mateo 13 nos vienen mostrando una sabiduría vital que, por estar empapadas del Reino de Dios y apuntar hacia su venida, también lo están de amabilidad, saber hacer, constancia y agradecida aceptación del don que Dios nos hace invitándonos a saborear su amor.

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