Piedra y cielo; cimientos sólidos de la fe y apertura a los vastos horizontes de la evangelización: Pedro y Pablo, conexión con la tradición de Israel y superación de la antigua alianza; como dijera Juan Ramón Jiménez, que precisamente tituló "Piedra y cielo" uno de sus poemarios: "Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen"
LECTURAS
- Hechos de los apóstoles (12,1-11)
Las "columnas de la Iglesia", los apóstoles Pedro y Pablo, representan bien esa tensión creadora entre la solidez de lo que nos sostiene y la apertura hacia lo que nos trasciende. Fundamento y riesgo, unión y diversidad, centro y periferia... Todo ello está ya en el pasaje completo del que hoy se nos presenta solo la primera parte, en la que Jesús confirma a Simón como Pedro por su confesión rotunda, generosa y atrevida. Pero, en los versículos siguientes que completan la escena, ante el anuncio por parte de Jesús de la cruz como parte integrante y no soslayable de la misión, el mismo Pedro se echa atrás, todavía a las raíces le faltan alas, a la piedra le falta el cielo inabarcable que nos llama y nos desborda. Pablo completará esta proyección de la fe hacia la universalidad, del credo hacia su profesión en diferentes lenguas y con los acentos propios de cada comunidad. Estos acentos no son solo de dicción, sino de estilo y particularidad que difieren sin separar, discrepan sin romper. Sin esta tensión, no hay Iglesia. No la hay sin Pedro, tampoco si le falta Pablo. Oportuna reflexión para los que entran en comunión con Roma sin pasar por su Iglesia local, o se saltan a Pedro, cuando se llama Francisco, para ensalzar sin cesar otros sucesores anteriores del pescador. La potestad de las llaves, son para abrir y cerrar, pero siendo inconmensurable la misión y soplando vientos de progresiva secularización de la sociedad, más nos vale que las llaves dejen siempre las puertas de la Iglesia abiertas de par en par.
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