DOMINGO 30 DE MARZO: IV DE CUARESMA (CICLO C)

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Lucas administra con prodigalidad el carácter misericordioso de Jesús y su Evangelio. Como esas ambulancias que sor Lucía Caram está llevando a Ucrania, este evangelista va repartiendo árnica y dispensando analgésicos a lo largo de toda su versión de la vida y mensaje de Cristo. Suaviza la imagen deplorable que Marcos va dibujando de los discípulos, quita hierro a la inquina anti judía de Mateo y de Juan, matiza y elimina aspectos duros de la pasión del Señor, introduciendo el perdón como última enseñanza de Maestro en la cruz..., todo un dispendio de ternura y compasión desborda en este evangelio y para muestra, sus parábolas de la misericordia (Lc 15): la oveja y la moneda perdidas, el buen samaritano y la de este domingo, el hijo pródigo. Cuatro reencuentros: el hijo menor reencuentra un padre; el padre recupera un hijo; el hermano mayor es advertido de que tiene un hermano y todos reencontramos el sentido más profundo de la vida y de la fe cristiana, la misericordia, el perdón, la ternura, la compasión.

LECTURAS

  • Jos 5, 9a. 10-12. El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua.
  • Sal 33. R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
  • 2 Cor 5, 17-21. Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo.
  • Lc 15, 1-3. 11-32. Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.

En nuestro itinerario cuaresmal, la parábola del hijo pródigo, tras haber compartido con Jesús su decisión en favor de un mesianismo teocéntrico y servicial frente a las tentaciones del triunfalismo y la auto referencialidad; luego de contemplar la transformación que Jesús y los discípulos experimentan en la Transfiguración como anticipo y sentido de la vida que vencerá el odio y la muerte; después de la advertencia de que la conversión no es necesaria sólo para los pecadores rematados, sino para todo seguidor que quiera dar fruto... viene ahora el contenido al que apuntan la decisión, la transformación y la renovación de nuestra conversión permanente: el amor. Un amor que se concreta en el perdón y nos permite reencontrar nuestra identidad y vocación más profundas, la de hijos y hermanos entrelazados por la misericordia. Un amor que como nos decía muy acertadamente nuestro obispo electo en su mensaje de saludo a la diócesis, tiene rostros y nombres. Es el reencuentro de la concreción, realismo y cotidianidad del amor verdadero, como el que Dios nos tiene, como el que Jesucristo nos propone.

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