DÍA DEL SEMINARIO
LECTURAS
- Gen 15, 5-12. 17-18. Dios inició un pacto fiel con Abrahán.
- Sal 26. R. El Señor es mi luz y mi salvación.
- Flp 3, 17 — 4, 1. Cristo nos configurará según su cuerpo glorioso.
- Lc 9, 28b-36. Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.
Hacernos en Cristo, esa es la meta del cristiano, ese es el efecto deseable de ser discípulos de Cristo. No debiéramos contentarnos con menos, quedarnos, tan sólo, en cumplir un expediente de normas y creencias, sin llegar a ver cómo nuestra vida entera se va asemejando poco a poco a la del Maestro que nos revela al Padre: "Hace tanto tiempo que me conoces, Felipe, y no sabes que verme a mí es ver al Padre" (Jn 14, 9). Es una transformación total, una auténtica metamorfosis, por eso Pablo no se limita a repetir enseñanzas y mandamientos, sino que apunta a este fruto logrado de la fe: "ser una misma cosa en Él" (Rm 6, 5), "hasta que Cristo se forme en nosotros" (Gal 4, 19: donec formetur Christus in vobis, que, por cierto, era el lema del primer obispo de Albacete, don Arturo Tabera).
Claro está que éste, como toda metamorfosis, es un proceso paulatino, que tiene sus etapas y requiere su tiempo. Este proceso de cambio o conversión tiene condiciones: la contemplación orante y comprometida de Cristo, rostro del Padre; el seguimiento del maestro por las sendas del amor y el servicio; la disponibilidad total a la Palabra de Dios; la comunión fraterna y corresponsable con los suyos y la misión que comparten; el amor generoso y gratuito al hermano y más al que nos necesita. Que esta Cuaresma sea un paso más en esta deseable transformación que nos ayudará a dejar atrás el "hombre viejo" para alumbrar con Cristo la humanidad nueva que tanta falta hace para alcanzar esa evolución espiritual y moral sin la cual no habrá nunca paz, ni justicia, ni verdadera humanidad.
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