LECTURAS
- Deuteronomio 18, 15–20
- Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9 R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»
- I Corintios 7, 32-35
- Marcos 1, 21-28
La autoridad de la enseñanza de Jesús no se queda en la dialéctica y la teoría teológica, es fuerza para acallar los espíritus inmundos, para curar y perdonar. Porque Jesús habla y actúa con la fuerza creadora del Dios de la vida, del Dios de la ternura y la misericordia eternas. A poco que llevemos el mensaje de Jesús en el corazón e inspiremos con él nuestras decisiones y acciones, podremos transformarnos y transformar nuestra realidad, nuestro mundo, sometido a los espíritus inmundos del egoísmo, la avaricia y la violencia. Con tal de que pongamos el ejemplo de Jesús en el máximo de nuestras aspiraciones, seguro que, si no podemos curar, al menos seremos menos dañinos y, cuanto menos, estaremos en condiciones de acompañar, aliviar y consolar. Si nos atrae y convence el Evangelio de Jesucristo, superaremos el rencor y, aún cuando no acabáramos de perdonar todo y a todos, estaremos abiertos a la reconciliación como fruto logrado de esta renovación de la humanidad que Jesús trae e inaugura con su propio ejemplo.
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