DOMINGO 8 DE OCTUBRE: XXVII DE TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

 

Hay que podarlas, cavarlas, regarlas, guiarlas, vendimiarlas... y seguir haciéndolo año tras año. Si Dios nos cuida como a su viña querida, qué menos podemos hacer nosotros que aprovechar esos desvelos amorosos, crecer gracias a ellos y convertirlos en libre y generosa motivación para adherirnos a su voluntad y guiarnos por su Palabra hecha carne, Jesús de Nazaret. Nos hacemos eco, como de un nuevo cuidado de Dios para con su viña querida de la publicación por parte del papa Franciso de la Exhortación Apostólica "Laudate Deum" sobre el cuidad de la casa común, la inquietud ecológica y la alabanza a Dios creador.

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA "LAUDATE DEUM"

LECTURAS

  • Isaías (5,1-7)
  • Sal 79,9.12.13-14.15-16.19-20
  • Filipenses (4,6-9)
  • Mateo (21,33-43)

La primera intérprete de la Biblia es la Biblia misma, sus libros, sus historias y enseñanzas están en diálogo interno entre ellas, porque todas ellas están escritas y transmitidas con la misma clave: la voluntad de Dios de entrar en comunicación con nosotros y entablar una sólida relación de amistad. Hoy, en el evangelio, Jesús se hace eco de una vieja parábola con una imagen muy querida para las Sagradas Escrituras: la viña del Señor, que como dice el salmo 79, es casa de Israel, es el Pueblo de Dios. Tanto en Isaías, como en el Salmo 79 y también en Mateo, la viña es algo querido, muy trabajado y protegido, pero que genera la gran insatisfacción de no corresponder con sus frutos a la dedicación y esfuerzos del que ama y cuida esa viña. Concretamente la expulsión y asesinato de los profetas, y del propio Jesús, muestra la ingratitud y el fiasco que aquella porción amada por Yahvé genera con su cerrazón a la conversión, a la firme vinculación con los planes de Dios. 

Solo si somos conscientes de con cuánto mimo y perserverancia, Dios nos busca, nos espera y nos atiende, estaremos en condiciones de calcular la injusta desproporción que hay entre su solícita apuesta por nosotros y nuestras pobres respuestas, cuando no son desplantes descarados del que se siente sobrado y deconoce su propia condición menesterosa, carencial y necesitada. Por eso, el mejor motor o motivación para la conversión del corazón, para volver nuestros rostros a Dios, es la contemplación y reconocimiento de esos cuidados que Dios nos brinda. Puede que sea la gratitud la actitud espiritual que mejor puede remover nuestra indiferencia y autocomplacencia para con Dios, así como generar en nostros la debida y juste reciprocidad con el hermano. Cuando brote de nuestras almas la alabanza agradecida con el que nos ha cultivado con tanto empeño y esmero, estaremos en condiciones de dar frutos y aprovechar el mayor de los cuidados que Dios nos ha brindado: Jesucristo, el viñador entregado que hace fecunda la viña del Señor.

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA


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