DOMINGO 4 DE SEPTIEMBRE: XXIII DE TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


LECTURAS

  • Sabiduría (9,13-18)
  • Sal 89
  • Filemón (9b-10.12-17)
  • Lucas (14,25-33)

Más que una incomprensible renuncia a los deberes familiares, la provocadora, por profética, admonición de Jesús habla de ensanchar nuestro horizonte de pertenencia y nuestro marco de afectividad. Cuando proliferan -siempre lo hicieron- los senstimientos de identidad excluyentes, las líneas rojas y los cordones sanitarios, Jesús nos habla de una filiación que supera las fronteras y los códigos genéticos. Ciudadanos del Pueblo de Dios, hijos del mismo Padre, miembros de la Fraternidad que Dios soñó, los cristianos debiéramos tener razones suficientes para trabjar por la superación de todos los impulsos frentistas, xenófobos, claistas y racistas. Y no porque no nos sintamos afectivamente atraídos por nuestras señas de identidad más próximas, la familia, la nación, la cultura, el pueblo... sino porque tenemos una ciudadanía mayor que a todas las demas acoge y sitúa en la saludable dirección de la hospitalidad y el mutuo reconocimiento. Como se trata de una tarea ardua, pues los instintos más primarios son de índole visceral, debemos trabajarnos, empezando por las actitudes personales, limando todo asomo de soberbia y misantropía, de chovinismo y superioridad. Pero también hay un trabajo comunitario, el que debe lograr que nuestra Iglesia, nuestras comunidades, sean fermento y adelanto de la humanidad reconciliada fraternal.


COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA



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