DOMINGO 12 DE JUNIO: LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 
Sobre el fondo uniforme del azul de la divinidad, como una continuidad de su unidad y su creatividad, emerge una línea gruesa y oscura, casi palpable, como la tierra o la corteza de un árbole, como la Creación  y la Redención de la cruz. En Jesucristo, por la fuerza del Espíritu divino, se hace tangible y audible la intencionalidad divina de salvación. Hay eternidad, pero nosotros accedemos a ella por la concreción del tiempo y el compromiso histórico con nuestro mundo.

LECTURAS

  • Proverbios 8, 22-31
  • Sal 8, 4-5. 6-7a. 7b-9.
  • Romanos 5, 1-5
  • Juan 16, 12-15

No, no podemos cargar de una con todo lo que Jesús nos quiere comunicar. Pero nos basta con esa intención suya de compartir la profunda comunión que él tiene con el Padre. De eso es de lo que el Espíritu Santo nos ilustrará, de la afectividad, confianza y corresponsabilidad que Jesús tiene con el Padre. Todo lo que Jesús ha predicado, aquello por lo que ha vivido y ha enfrentado la muerte en la cruz, viene de esa relación filial que tiene con Dios y ese es su legado, su enseñanza y su encargo: que también nosotros vivamos su amistad con Dios, fuente de la inconmovible fe de Jesús en la fraternidad, en la caridad y en la importancia de la comunidad, que es la que hace real ambas, fraternidad y caridad.

La solemnidad de la Santísima Trinidad es una propuesta para ahondar en las entrañas místicas del cristianismo. Dios no es una idea, ni un dogma, ni un conjunto de normas. No, Dios es algo más que la ley y los profetas, es convivencia, compañía, encuentro, conversación, corresponsabilidad y comunión. Más allá de una religión reducida al complimiento de determinados preceptos, la fe que Jesús nos propone es una oportunidad de ensanchar, profundizar y elevar nuestras expectativas de vida, de amor y de sentido. Así sea en honor del Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

HOJA DOMINICAL DIOCESANA


COMENTARIO EVANGÉLICO DE J. A. PAGOLA



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