LECTURAS
- Hechos de los Apóstoles (3,13-15.17-19)
- Sal 4,2.7.9
- I Juan (2,1-5)
- Lucas (24,35-48)
La reunión de los hermanos, sobre todo para partir el pan, en recuerdo de Jesús, se convierte en espacio de encuentro con el Resucitado. Así les pasó a los discípulos de Emaus y a los que estaban en Jerusalén, así nos pasa ahora a nosotros también. El resucitado, con sus huellas de la vida entregada patentes en las llagas de la crucifixión; con su voluntad de reunir y enviar un comunidad para que sea en medio de este mundo avanzadilla del Reino de Dios, como ya hizo en Galilea, cuando llamó a sus discípulos para que los siguieran y anunciaran que Dios siempre está cerca; como sigue haciendo ahora con nosotros.
La vocación al discipulado, la comunidad reunida y enviada por Jesús, la Eucaristía y toda la espiritualidad cristiana, tienen un sello misionero. Es la razón de ser de Jesús ("yo para esto he venido") y la nuestra. No podemos entender el cristianismo de una manera intimista y encerrada en nuestras normas, formas y costumbres, como dice el papa Francisco, hemos de ser "Iglesia en salida". El resucitado no se va a quedar entre estas paredes ni entre las tapas de la Biblia y el Derecho Canónico, va delante de nosotros, al encuentro del hombre y la mujer de hoy, de los jóvenes y los menores, de los mayores, de las personas solas, de los pobres, los que están desanimados. No, no es que la Iglesia sea una ONG, con todo nuestro respeto y admiración por todas las ONG's que mejoran de forma altruista nuestro mundo. Pero la fe, la espiritualidad, la liturgia y la catequesis empapadas del Dios que resucitó a Jesucristo deben servir para dialogar con la sociedad y poder, así, anunciarle la vida nueva que Cristo resucitado nos ofrece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario