LECTURAS
- Éxodo (20,1-17)
- Sal 18,8.9.10.11
- I Corintios (1,22-25)
- Juan (2,13-25)
Jesús purificando el templo de su uso abusivo al servicio de otros intereses que no sean los de Dios, actúa como Dios cuando liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto y, de paso, también lo liberó de la idolatría de una fe interesada y cortoplacista, de una religión apresada en las formas y los ritos. Por eso, además de expulsar el mercadeo y las relaciones egoistas del templo, anunció su destrucción para levantar el nuevo templo del culto en espíritu y verdad. Desde aquél instante, Jesús acababa de sentenciar su vida mortal que sería cruficada y, al mismo tiempo, abría el paso para que todos levantáramos el templo de nuestras vidas purificadas de una visión materialista e insolidaria. Jesús, igual que cura, reconcilia; del mismo modo que purifica restaura y renueva; cuando muestra su autoridad crece la libertad.
Yo soy el que te sacó de Egipto, y como
mi Hijo amado, yo soy también el que te sacará de mil y una forma de
esclavitud, el que echará del templo sagrado que es tu alma, toda idolatría,
empezando por el miedo a la libertad y continuando por la dependencia del
dinero, de la imagen, la necesidad de aprobación, la pereza que te impide tomar
de una vez por todas la decisión capital de tu vida: llenarte de mí, dejarte
amar y entregarte de lleno a mi plan de salvación para toda la humanidad. Sí,
yo soy el que te sacó de Egipto.
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