MENSAJE DE CUARESMA DEL PAPA FRANCISCO
LECTURAS
- Génesis (22,1-2.9-13.15-18)
- Sal 115,10.15.16-17.18-19
- Romanos (8,31b-34)
- Marcos (9,2-10)
La fe no puede vivir solo de las experiencias extraordinarias, que gracias a Dios también las hay, sino que es en la perserverancia del día a día donde se prueba y se refuerza. En el itinerario cuaresmal que pretende ayudar a renovar la fe, la esperanza y la caridad, la transfiguración del Señor es un respiro de afirmación y gratificación, pero solo para tomar fuerzas y seguir el camino. Por eso es necesario que "hasta que el Señor resucite", ahora que "vamos camino de Jerusalén", entre la gloria de la visión y la gloria de la plenitud, afrontemos la cruz de una fe que duda cuando se trata de dar testimonio. Tendremos que perseverar en una esperanza que a duras penas si deja un hilillo de luz en medio de las tremendas dificultades y sufrimientos de la hora presente. Perseverar en el amor que se nos resiste porque el que más y el que menos también conoce la dureza del corazón humano, propio y el ajeno.
Esta continuidad del trabajo de la fe para sostener la esperanza y seguir estimulando la caridad, tiene a su favor el remanente del recuerdo de haber visto a Cristo transfigurado, reflejando en su vida la gloria de Dios. Como cuando se despide uno de un paisaje entrañable al que tardará en volverlo a ver, miremos una vez más cómo refulge en el rostro de Cristo el amor de Dios y sus promesas, para, a renglón seguido, proseguir la árdua tarea que solo por la constancia llegará a la meta, logrará sus frutos.
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