El muro de Gaza, que separa esa franja palestina de Israel, bien pudiera representar, junto con otros muchos muros, alambradas y fronteras físicas, la división entre gentiles y judíos, esclavos y libres, hombres y mujeres, creyentes y ateos, personas de derechas y de izquierdas... porque la necesidad, el impulso de arrojar a las tinieblas exteriores al "otro", al que piensa o es diferente de nosotros, es antropológica, tanto como la capacidad de encontrar puntos en común y tender puentes. A la primera pulsión se le llama miedo, a la que lo supera, razón y compasión. La fraternidad nace cuando se supera el miedo que nos enfrenta y separa.
LECTURAS
- Isaías (56,1.6-7)
- Sal 66,2-3.5.6.8
- Romanos (11,13-15.29-32)
- Mateo (15,21-28)
Mateo, como Pablo, nunca dejó de ser judío, ni tampoco Jesús. Pero la fe en el Reino que Cristo realizó con su vida y San Pablo testificó con la suya, abrió la comprensión de la fe en la común filiación -todos somos hijos de Dios- al compromiso por la fraternidad universal: todos somos hermanos. Y así, de lo próximo -nuestra identidad nacional, religiosa y cultural- somos invitados a abrirnos a lo más amplio y abarcador, a lo que nos integra en una sola familia y un solo porvenir.
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