LECTURAS
- Jeremías 33, 14-16
- Sal. 24 R. A ti, Señor, levanto mi alma
- I Tesalonicenses 3, 12 — 4, 2
- Lucas 21, 25-28. 34-36
El amanecer, con su progresivo paso de la noche al día, con su gradual iluminación creciente, nos abre a una nueva oportunidad de vivir despiertos, de espabilar los sentidos para percibir que el Señor está cerca. Los signos apocalípticos del anuncio del juicio divino de la historia, que no sólo ocurrirá el último día, sino que puede acontecer a cada paso de nuestros respectivos itinerarios, son interpretados por Jesús como una invitación a la atención y a la esperanza. No es miedo paralizante lo que pretende el Señor con estos anuncios, sino invitarnos a estar de pie, a mantenernos con la dignidad y la esperanza de quien sabe que la cercanía de Dios sólo puede ser motivo de salvación y plenitud. Si así lo creemos, si así lo vivimos, esforcémonos para que también nosotros seamos signos de esa amanecida que alumbra una nueva humanidad.
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